RESEÑA
Con más de tres cuartos de plaza en tarde soleada y de viento intermitente se lidiaron un ejemplar de Mirafuente (1ro., manso y parado) y cinco novillos del hierro de Trinidad, dispares en juego y presentación; destacaron 5to., bravo y con transmisión; y 6to. bravo con transmisión. Joao Moura, ovación; Pepe Luis Vásquez, división; Víctor Mendez, gran ovación; Eduardo Dávila Miura, palmas; Juan Francisco Hinojosa, ovación; Álvaro Samper, ovación.
Tedioso y difícil de digerir fue el festival de hoy, que inició con la gran motivación de la solidaridad humana, que siempre encuentra eco en la fiesta de los toros.
Fue un espectáculo gris, en el que solamente brilló la calidad y torería de un veterano que tiene motor y ganas para rato: el maestro lusitano Víctor Mendes estuvo pletórico de facultades y de entrega durante todo su trasteo, toreando superiormente con el capote, tanto en los lances de recibo como en los quites; lo bordó con las banderillas y con la muleta demostró su oficio y gusto para dominar al viento y a las broncas embestidas de su oponente.
Antes, el joven Joao Moura no había tenido suerte con el astado que sorteó, de la ganadería de Mirafuente, que fue un auténtico mulo con cuernos, que no se movió ni colaboró en absoluto con el jinete portugués. Así y todo, agradó por su predisposición y se le premió su actuación con una ovación.
El veterano Pepe Luis Vásquez estuvo de paseo. No demostró oficio y se sintió visiblemente incómodo con el viento, que sopló durante todo su trasteo. Se vio desconfiado ante un ejemplar que, mansote y todo, tenía algunas embestidas aprovechables, que el sevillano no quiso ni pudo capitalizar. Además, tampoco ofició de director de lidia, como habría correspondido por su antiguedad; esa tarea fue magistralmente realizada por Víctor Méndes.
Tampoco tuvo su tarde Eduardo Dávila Miura, que estrelló su ilusión ante un ejemplar manso y rajado de Trinidad, que no quiso pelea en ningún momento.
Juan Francisco Hinojosa midió fuerzas con un precioso y bien hecho ejemplar de Trinidad, que tuvo la virtud de la acometividad y franqueza en sus embestidas. Sin embargo, el torero de la tierra se vio desbordado por la transmisión del astado y no logró acoplarse y estructurar una faena compacta. Sufrió dos feos achuchones y el público, al final de su trasteo, le regaló una ovación cariñosa.
Álvaro Samper cerró el festejo lidiando un novillo con mucha transmisión y que fue bravo, de Trinidad. Lo bordó toreando con el capote, que fue al final lo mejor de su actuación. Con la muleta se vio a momentos desbordado por su enemigo, que también le propinó una voltereta cuando no le hizo las cosas bien. Recibió ovación desde el tercio, como premio a su actuación.
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