" Israel no quiere valorar la actitud de Joao Folque y del mayoral de Palha, al salir a saludar cuando él se encontraba luchando por su vida, si bien se le nota dolido: "Allá cada uno, allá ellos con lo que hacen. No me apetece hablar de este tema, ellos sabrán lo que hicieron". (tomado de la entrevista al matador de toros Israel Lancho, aparecida en el portal taurino Burladero.com, el día 4 de junio de 2009).
Varios días han pasado desde la tremenda cornada que el torero extremeño Israel Lancho sufrió en la Plaza de Toros de Madrid, cuando entrando a matar -o a morir- un astifino y complicado toro de Pahla lo prendió por el vientre medio y el pecho, infiriéndole una cornada sumamente grave, de la cual según se dice ha sobrevivido casi de milagro. De hecho, según los médicos y los taurinos que se hacen eco del percance, no se recuerda en Madrid una cornada de tanta gravedad en los úlitmos años en el coso venteño.
A mí me ha dejado pensando no sólo la cornada sino el cruce de palabras y de insultos que se vertieron entre el apoderado del torero, Rafael Corbelle y el ganadero de Pahla, Joao Folque, en los que, sin desperdicio, queda servido un tópico sobre el que bien vale la pena reflexionar.
Corbelle, antiguo subalterno de varias figuras del toreo, zorro viejo donde los haya, y a quién se le recuerdan varias picarescas al servicio de sus matadores, le llamó moruchero portugués al ganadero de Pahla, por el terrible y lamentable suceso, como haciéndole cargo de lo sucedido con su torero.
Folque, sin insultos pero con firmeza, refutó sus acusaciones pidiéndole mesura y reflexionando a la vez sobre la dureza de la fiesta -que es un hecho- y que no puede atribuirse el percance a la mala intención del ganadero para criar animales peligrosos y que busquen herir o hacer daño a sus lidiadores.
El toro, continúa Folque en sus descargos, no puede estar al servicio del torero, y es absurdo
pensar que un ganadero pretenda criar toros con el único objeto de matar o hacer daño.
Para mí que el ganadero tiene toda la razón, más allá de que no debió haber permitido que su mayoral recoja una ovación, aunque la haya merecido, en consideración y solidaridad con el torero herido.
Corbelle, por lo demás, se hace cargo de la tragedia de su poderdante -que es totalmente entendible-, pero está equivocado. Para mí, el es en parte responsable de todo el rollo, pues negoció la actuación de su torero con la "moruchada" de Pahla.
Él, es responsable de entender y saber calibrar las capacidades y facultades de su torero como para medirse con una u otra ganadería; si le escogió esa oportunidad con semejante hierro ganadero en plaza de tan seria responsabilidad, sería, digo yo, porque sabía que su torero era capaz. Asumió, en su nombre y en el de su torero, todos los riesgos que supone ponerse frente a toros fieros, complicados, ásperos y hasta peligrosos, como estos de Pahla.
Pero por otro lado, ¿quién ha dicho que el toro de lidia tiene que ser una monja de la caridad o un borrego, como los que vemos al uso del día de hoy? ¿No será más bien que a eso nos han acostumbrado y se han acostumbrado los taurinos y toreros de la actualidad? ¿No será que, en la búsqueda del toro bonancible y con "toreabilidad" hemos desfigurado la esencia misma del toro de lidia?
Yo creo que la cosa va por ahí. La naturaleza del toro bravo es acometer, coger, herir. Esa es su razón de ser, porque lo lleva en los genes y además, porque eso es lo que requiere la fiesta brava. Me parece que por ello, además, se torean TOROS DE LIDIA y no PERROS DE PRESA.
El toro de lidia, ese bellísimo y altivo animal, único sobre la faz del planeta, debe conservar su esencia y su naturaleza, que es la de coger y, eventualmente, y que Dios no lo permita, de matar. Porque es un animal fiero y salvaje, por mucho que en las dehesas crezca arropado de todas las comodidades y placeres, hasta su hora final. Pero esa es la razón de ser del toro bravo en
Yo soy partidario del toro íntegro, de ese que pueda transmitir emoción en el ruedo y llegue al tendido; del toro que le dé verdadero sentido a la lidia y a la capacidad y valor del torero.
Yo soy partidario de un toro bravo de verdad que, a más de trasmitir, tenga calidad en sus embestidas, y de ser posible, que derroche nobleza.
Todos queremos ver en el toreo el arte más que el "¡ay!", pero es evidente que el toro es el rey y el centro del espectáculo, y no puede estar al servicio del torero ni de la fiesta. Creo sin duda, que la cosa tiene que ser al revés.
La fiesta debiera de someterse a la esencia del toro de lidia, en su más pura concepción; los toreros deben también someterse a las características de cada toro que le corresponda lidiar, y desentrañar, en lo posible, todas las complejidades que le presente, que para ello tiene a mano su valor e inteligencia. Ahí está la maravilla de la fiesta de los toros. Eso es lo que la convierte en única, y no una secuencia infumable de borregadas, que es lo que se ha visto durante casi toda la Feria de San Isidro en este 2009.
Así debería ser la cosa, para mi modesto entender.
Hasta luego.