Reseña
En tarde de climatología variable y lleno de no hay billetes, se lidiaron ejemplares de Cobo Albornoz (1ro., noble y con calidad, algo flojo), uno de Huagrahuasi (4to., bravo y de gran fondo) y cuatro de Carlos Manuel Cobo (2do. Bravo, noble y con son; 3ro., bravo y emotivo; 5to., manso aunque noble, y 6to., bravo y encastado), muy bien presentados en conjunto y bien armados. Carlos Yánez, algunos pitos tras aviso y oreja; Julián López “El Juli”, oreja y palmas; David Fandila “El Fandi”, oreja y oreja. El Fandi salió en hombros.
Una gran tarde de toros se ha vivido hoy en la Plaza de Toros Quito. Hemos presenciado un gran encierro de Carlos Manuel Cobo, muy bien presentado, serio, en tipo y sobre todo, bravo y con transmisión en su conjunto. Material propicio, pues, como para que los toreros se aplicaran a fondo, como en efecto sucedió.
Efeméride especial la de hoy, porque hemos visto la ascensión incontenible de un joven maestro a las cumbres más altas del toreo. Julián López “El Juli” nos ha regalado sin reservas su maestría y grandiosa capacidad para entender al toro, darle la lidia adecuada y crear el toreo en su más pura expresión.
A pesar de sólo cortarle un apéndice al primero de su lote (que pudo haber sido en realidad dos y un rabo, de no fallar con los aceros) quedó plasmada su obra con tinta indeleble. Sin lugar a dudas, será una de las mejores faenas que se hayan visto en la plaza de toros de Quito, y la mejor de cuantas ha realizado Julián en esta plaza.
El trasteo a Lanudo, un gran ejemplar de Carlos Manuel Cobo, fue enorme, vibrante y de una rotundidad aplastante. Comenzó bordándolo con el capote, con lances suavísimos a la verónica. Quitó por tafalleras, con los pies atornillados en el piso, y rematando con una media verónica que fue un auténtico cartel de toros.
Lo mejor vino con la muleta. Fueron quizá siete u ocho series, por ambos pitones, las que instrumentó el madrileño, cada una superada por la siguiente, por hondura, ligazón y temple. Surgieron varios naturales extraordinarios y los pases de pecho fueron enormes.
Trasteo largo pero plagado de argumentos estéticos y técnicos que constituyeron una obra maestra. Lastimosamente a la hora de la verdad la espada cayó trasera y algo tendida, por lo que tuvo que recurrir a la espada de cruceta, con la que tampoco estuvo acertado al primer intento. El público entendió la magnitud de la obra que había presenciado, y pidió las orejas con fuerza. El presidente, con muy buen criterio, concedió la oreja.
En su segundo también estuvo rotundo y brillante, en un trasteo de corte distinto, por las complejidades de un astado manso y con cierto peligro. Julián logró tapar esas dificultades sobándolo suavemente desde los primeros compases de la lidia de muleta. Curiosamente, su faena no logró calar en el tendido, cuando más bien había mucha miga en su trasteo, por las virtudes técnicas desplegadas. Mató de una extraordinaria estocada, en todo lo alto, que hizo rodar al toro sin puntilla.
Esta vez no hubo pañuelos, y tampoco a la presidencia se le ocurrió sacarlo para premiar una labor llena de conocimiento y oficio.
"El Fandi" subió las revoluciones de la plaza con su ya proverbial maestría con los palos. Protagonizó dos tercios de banderillas cumbres, en los que hubo mando, conocimiento de los terrenos y dominio absoluto sobre el toro. Todo un portento de cualidades físicas es este torero granadino.
Su primero fue un gran toro, al que no acabó de tomarle el pulso. Luego de un gran saludo capotero, del que sobresalieron unas navarras instrumentadas siempre sobre el mismo pitón del toro, siguió un toreo de muleta que no fue, quizá, el más adecuado para lo que pedía el buen ejemplar de Carlos Manuel Cobo. Su labor fue, si se quiere, muy dedicada a complacer a la parroquia más que a sacar el fondo de bravura y aprovechar las francas y emotivas embestidas del astado. Luego de un pinchazo hondo y un golpe de descabello, cortó una oreja que fue pedida mayoritariamente por el respetable.
Mucho mejor entendió a su segundo, que se adaptó más a su estilo y concepción del toreo. El que hizo sexto fue un animal que apuntó cosas de manso en los primeros trances de la lidia: peleó bronco y rebrincado en el caballo, provocando incluso una estrepitosa caída del picador Carlos Tapia.
Sin embargo, se vino arriba en banderillas y, al quedar crudo en varas, tuvo mucha emotividad y transmisión en la muleta, factor que aprovechó "El Fandi" para realizar un trasteo también emotivo y de altas revoluciones, que conectó siempre en el tendido. Tras tres cuartos de estocada y un golpe de descabello, cortó otra oreja que le permitió abrir la puerta grande.
Carlos Yánez anduvo perdido, espeso de ideas y sin sitio con su primero, que tuvo mucho fondo y calidad. A este astado se lo picó en demasía, y eso determinó para que se viniera abajo. Fue un animal al que había que mimarlo y llevarlo muy toreado, pero al que el compatriota no lo acabó de entender. Su trasteo fue anodino, siempre sobre pies y sin ajuste.
Mejor anduvo Carlos con su segundo, con el que se le vio más desahogado y suelto, aunque nunca acabó de enfibrarse con el de Huagrahuasi, que tuvo clase, nobleza y mucha fijeza. El público lo apoyó durante todo su trasteo y lo jaleó incluso cuando estuvo por debajo de las condiciones del toro.
Mató de una estocada hasta las cintas, aunque delantera, para cortar una oreja con el apoyo del generoso público quiteño.
Al final, en el recuerdo nos queda un faenón histórico de Julián López “El Juli”, del cual se hablará, estoy seguro, por mucho tiempo en todos los mentideros taurinos.
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