RESEÑA
Lleno impresionante en los tendidos en noche de temperatura fresca pero agradable. Se lidiaron cinco ejemplares: uno de Triana, noble y colaborador; dos de Vistahermosa, colaboradores y con recorrido; uno de Santa Coloma, complicado; y uno de Peñas Blancas, flojo aunque noble. David Fandila "El Fandi" oreja y dos orejas en el de regalo; Sebastián Castella, ovación y dos orejas y rabo, en el de regalo; Martín Campuzano, ovación.
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Imponente entrada lució el coso de Iñaquito |
Una vez más se hizo evidente que los siempre caprichosos elementos naturales que dominan esta franciscana ciudad andina tienen un pacto secreto con la fiesta de los toros. Los días pasados habían sido desapacibles y lluviosos, pero el día de ayer el sol se dejó ver abiertamente en el cielo quiteño desde temprano; las nubes cargadas de agua se dispersaron y la temperatura ambiente fue benigna y hasta agradable tanto en el día como en la noche. Y gracias a ello precisamente, pudo vivirse una noche maravillosa y completa, que ya cuenta su historia dentro de los anales de la cultura y tradiciones de la capital del Ecuador.
"El Tortuga" enciende la antorcha |
La noche de ayer fue una auténtica fiesta de paz, hermandad y diversidad, solamente interrumpida en algún momento de la noche por un impertinente que trató de acallar la voz de la afición.
Lo que vivimos quienes asistimos fue un compendio de coloridas tradiciones y expresiones culturales; muy seguramente para muchos supuso el primer contacto con las peleas de gallo, o las danzas y comparsas populares de varios rincones de la serranía, que tienen al toro bravo como centro de sus celebraciones.
el colorido de nuestras tradiciones |
Y como no podía ser de otra manera, la plaza se llenó hasta la bandera, o incluso más, pues hasta las gradas de acceso a las localidades aparecieron totalmente cubiertas de un público, tan diverso y distinto como nuestras tradiciones. Gente joven y gente adulta, de distintos niveles socioeconómicos, comulgamos juntos en los graderíos de la Plaza de Toros Quito, y vivimos una velada inolvidable. ¿No es acaso esto la libertad y la democracia?
gallos en pelea |
Ovacionados |
El Fandi lidió un castaño ejemplar de la ganadería de Triana, que respondió al nombre de "Libertad", un novillo que tuvo emoción en sus embestidas aunque le faltó un punto de casta, pues protestaba siempre al final de cada muletazo. El Fandi estuvo vibrante y bullidor en el saludo de capa, sobresaliendo en unas ajustadas chicuelinas que calentaron el ánimo del respetable.
Y como ya es su costumbre, volvió a poner la plaza boca abajo con los rehiletes, en tres pares de banderillas muy conjuntados y espectaculares.
Chicuelina de "El Fandi" |
Lidió El Fandi un segundo toro, ante el buen detalle de la empresa gestora de la plaza, que obsequió a los actuantes la oportunidad de redondear su actuación. Se las vio el torero de Granada con un novillo del hierro de Peñas Blancas, que tuvo mucha movilidad y transmisión, al que el diestro español lo aprovechó de principio a fin, hasta cuando duraron las prestaciones del ejemplar. Y si el tercio de banderillas protagonizado en su primero fue extraordinario, este segundo fue antológico.
Nuevamente el público le ovacionó de pie, al grito de ¡torero, torero!. Volvió a ponerse de rodillas en el medio del platillo para iniciar su faena de muleta, y en uno de los muletazos a punto estuvo de ser prendido por el toro, que milagrosamente hizo por la muleta antes que por el torero.
Trasteo esforzado y muy entregado el de David, pero que no tuvo un gran fondo argumental porque el toro fue también perdiendo el fondo y quedándose cada vez más corto. Pinchó sin soltar en el primer encuentro y dejó una gran estocada en el segundio viaje, de efectos inmediatos. El palco cocedió las dos orejas al torero.
Al francés Sebastián Castella le correspondió un parado e incierto animal, con el hierro de Peñas Blancas, con el que estuvo muy asentado y fino con el capote. Para el inicio de su faena de muleta se sentó en el estribo de las tablas, y ahí le recetó varios muletazos, muy quieto y decidido. El novillo midió siempre al torero, y eso hizo que el trasteo fuera más meritorio, pues el francés puso todo de sí para lograr agradar y triunfar. Empero, no pudo estar más que voluntarioso en su trasteo, y fue ovacionado luego de dejar media estocada algo tendida.
Castella, con las banderillas |
Para entonces, Iñaquito era un manicomio, y de esa guisa siguió durante toda la faena de muleta de Sebastián, que tuvo pasajes de inspiración en improvisación, y también toreo fundamental, largo y hondo. En definitiva, una labor completísima, que fue rubricada de forma notable con la espada. El toro rodó y le fueron concedidos los máximos trofeos por su actuación.
El matador local Martín Campuzano vivió la cruz del festejo, pues lidió en su turno un complicado ejemplar de Santa Coloma, al que además no logró verlo claro ni asentarse con él. Y eso que derrochó ganas y buen toreo con la capa, lanceando con cadencia y suavidad a la verónica. Tuvo el detallazo Martín de congregar a los de su gremio en el ruedo, y allí les brindó la lidia y muerte de "Prohibido prohibir".
Pero ya con la muleta, el torero de la tierra anduvo dubitativo sobre todo luego de un feo achuchón, que pudo tener consecuencias pues lo cogió de forma aparatosa. Así y todo, Martín intentó ponerse por ambos pitones, sin lograr acoplamiento. La gente reconoció su esfuerzo y le tributó una calurosa ovación al final de su trasteo.
Los tres toreros, a hombros |
¡Viva la fiesta de los toros!