Hay un hecho cierto, bien conocido por todos y que es motivo de las mayores preocupaciones de todos los aficionados y gente del toro: que los grupos opositores a la fiesta brava han crecido y se han fortalecido en los últimos años, sin que, aparentemente, los esfuerzos de los taurinos hayan podido contrarrestar su impacto. Hemos visto como se ha ido generando una “cultura antitaurina”, sobre la base del desprestigio y satanizacion de la Fiesta de los Toros ante los ojos de los más pequeños que son, precisamente, la cimiente fundamental para el futuro de la fiesta. Que toreros asesinos, que gente bárbara y deshumanizada; que salvajes y retrógrados, y no sé qué más.
Por otro lado,fijémonos en los cómics y dibujos animados que ven hoy día nuestros hijos: todos los animales hablan y desarrollan diálogos inteligentes, se enfrascan en conflictos y emociones complejas, y normalmente son personajes que proponen soluciones a viejas problemáticas de la humanidad. Vaya lío.
La “humanización” del animal, como dice el crítico y periodista español Paco Aguado, tiene buena parte de responsabilidad en ese cambio de percepción de la gente menuda, a la que virtualmente se le ha convencido de que todo tipo de animal, desde una polilla hasta el perro de nuestra casa es capaz de conversar con el hombre y desde luego, entre los de su propio género.
Y a partir de ahí y por extensión, la fiesta brava es un excelente caldo de cultivo para desarrollar todas las teorías de la crueldad y brutalidad en contra de los animales. El toro bravo es hoy en día la piedra de toque de estas nuevas “filosofías humanistas”.
También es verdad que de por medio existen numerosas organizaciones, políticas y de otra índole, que anualmente aflojan ingentes cantidades de dinero para apadrinar las iniciativas antitaurinas en todo el mundo, y especialmente en Europa; y eso supone, sin duda, un gran atractivo para grupos que, comprometidos o no con la causa, se arrimen al buen árbol que les cobija desde el anonimato. Habría que ver cómo se las gastan esos personajillos con el pretexto del respeto a los animales.
Por eso, creo que la fiesta brava necesita que quienes la amamos y la vivimos con pasión pasemos a ser verdaderos militantes taurinos. Tenemos que ser activistas de la fiesta y de nuestra afición, comenzando por nuestros propios reductos.
Imaginemos por un momento que la fiesta de los toros es un negocio de dulces, con miles de clientes fieles, y con un mercado enorme para crecer. Con cada nacimiento de un niño, el negocio adquiere un potencial cliente que le permitirá aumentar sus ventas y crecer. Así, ni más ni menos, es la fiesta brava. Nuestro mercado potencial está en los niños.
Mis dos hijos pequeños son la prueba de lo que digo: el mayor, que disfrutó alguna vez de los toros sentado en mi pierna, cuando era más pequeñito, es hoy un opositor de la fiesta. El más pequeño, sin embargo, parecería ser que heredó de su padre y su abuelo materno "el veneno" de la afición, y le recorre ya por sus venas; quiere ir a los toros y habla mucho de la fiesta brava. Pues sobre éste tengo yo que trabajar por el momento, para formarlo como buen aficionado. Ya sabemos que una vez que el gusanillo entra, no se va jamás. Con el otro, ya veremos…
Sé que la solución no es tan simple. La tele de hoy en día atenta contra este potencial que tenemos en nuestros niños, por lo que ya he analizado más arriba. Y para mayor ruina, TVE nos ha cerrado la única puerta de acceso para ver toros con relativa frecuencia. Y si a eso añadimos que los festejos taurinos en el país son sumamente escasos, la tarea se vuelve aún más difícil.
Por eso digo yo que más allá de las posturas encontradas con los antitaurinos, de la pelea abierta y agria en contra de sus postulados y en defensa de los nuestros, y de los montones foros y páginas que se abren a diario para defender a la fiesta en contra de los ataques que recibe -todo ello muy necesario, desde luego-, debemos trabajar a diario desde nuestra trinchera, con nuestros hijos y amigos, haciendo un trabajo continuo de militancia a favor de la fiesta. Hay que darle al mundo de los toros muchos, pero muchos más aficionados. Esa es la única manera de mantener viva a la fiesta brava.
Que así sea.