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Grai
Fabián

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Feria de Quito 2010. Segunda de feria: Enrique ponce corta un rabo




Delantal de Curro Rodríguez
A partir de ayer, Ecuador cuenta con un nuevo matador de toros. Curro Rodríguez, quien durante muchos años fue un subalterno de mucha prestancia, tomó la decisión de emprender la durísima tarea de abrirse un espacio entre los toreros de oro. Y, como están las cosas, supone un cometido nada fácil. Pero ahí está ya Curro, investido de matador de toros.

Ponce da vuelta al ruedo con los máximos trofeos
El triunfador de la tarde fue el padrino de ceremonia, Enrique Ponce, quien desplegó en Iñaquito no solamente sus dotes de lidiador, técnico y portentoso, sino también las de mago del escenario. Quiero decir, que supo acompañar convenientemente su quehacer en el ruedo con una serie de recursos escénicos adicionales, que calaron hondamente en el público.

Lanceó, cadencioso y muy templado con la capa a su primero, un toro sumamente noble y colaborador, aunque a inicios del trasteo se venía un tanto distraído. Ponce lo entendió a la perfección y fue haciéndolo de a poco y sobre la base de enseñarle la muleta una y otra vez, el pupilo de la casa Cobo terminó por entenderse solamente con el torero. Las cotas más altas de su trasteo vinieron cuando Ponce interpretó el toreo al natural, logrando muy bellos muletazos plenos de temple y elegancia.

Con el toro ya dominado y entregado desplegó varias ‘poncinas’, pase de su creación. Vinieron luego unos cambios de mano extraordinarios que arrancaron las ovaciones más fuertes de la tarde. Siguió de esa guisa el torero de Chiva hasta que la gente empezó a pedir el indulto. En ello también se ocupó el torero viendo el entusiasmo del público, pero la autoridad de plaza no dio paso a esas intenciones.

Montó la espada Ponce y dejó una gran estocada en todo lo alto de efectos inmediatos. La autoridad concedió las dos orejas y el rabo del buen ejemplar de Triana.

El segundo fue un toro distraído con el que Ponce pasó mucho tiempo delante. Estuvo muy aseado con el capote, mientras que su faena de muleta no logró calar en público asistente. No estuvo acertado con la espada y por ello sólo recibó una ovación.

Morante de la Puebla no tuvo a su favor unos toros a modo para dejarnos ver el arte puro que posee en su alma y sus muñecas. La tarde de ayer pareció abúlico y desmotivado: seguramente como resultado del lote que sorteó.

El genial Morante, con la capa
Su primero fue un ejemplar que se venía andando y con una embestida descompuesta. A pesar de ello, nos regaló un ramillete de bellísimas verónicas, rematadas con una media verónica de cartel. Ya con la muleta la cosa cambió. No logró acoplarse el sevillano y prefirió abreviar. Igual cosa sucedió con su segundo, con el que tampoco se confió ni se entendió. Para más ‘inri’, el de la Puebla del Río estuvo fatal con la espada y el público quiteño se lo reprochó duramente.

Curro Rodríguez tuvo el infortunio de ver cómo el toro se rompía las manos en el ruedo y se esfumaban sus sueños de esa alternativa dorada.

El inicio de la faena fue muy auspicioso, pero luego de dos entonadas tandas con la mano diestra, el toro se desgració y debió pasaportarlo sin más trámite.

No pudo encontrarle Curro el sitio ni los terrenos adecuados a su segundo oponente, que se tornó violento en la medida que tropezaba, una y otra vez, la muleta del flamante matador. También escuchó un aviso de la autoridad al no estar acertado con la espada.

El cartel, en el papel, era uno de los platos fuertes de la feria. Aún así, tampoco la plaza se llenó. Ojalá el público acuda masivamente al coso de Iñaquito, como ha sido la tónica y la tradición de esta feria quiteña, la más importante de América.

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