Reseña
Casi lleno en tarde soleada y ventosa. Se lidiaron cinco novillos de la ganadería de LA TRINIDAD, de irreprochable presencia y trapío, mansos aunque manejables en conjunto; y uno, de MIRAFUENTE (3ro.), manso y complicado. Álvaro Samper, ovación con saludos en el único que mató; Juan Luís Rodríguez, vuelta al ruedo y oreja; Miguel Tendero, silencio y palmas tras dos avisos.
Si algo debe pedírsele a los que se inician en este duro mundo es entrega y esfuerzo. Es obvio que al principio saltan a la vista las carencias y limitaciones propias de la falta de oficio, pero que deben ser superadas y compensadas con la actitud, que fue precisamente lo que les faltó a los novilleros actuantes de esta tarde.
Álvaro Samper estuvo muy entonado con el capote en su primero, jugando bien los brazos y andándole hacia los medios al de La Trinidad, que fue manso pero con movilidad, y que quedó crudo luego de un encuentro insignificante con los montados.
De modo que el cornúpeta se vino arriba, y le fue complicado al novillero de la tierra domeñar las recias embestidas de un animal que siempre atacó sin mayor claridad ni clase. Lo mató de estocada trasera y algo tendenciosa y recogió saludos desde el tercio.
Con su segundo, un precioso toro castaño, serio pero muy armónico de hechuras, volvió a lucirse toreando de capa, haciéndolo todo muy despacio y con gusto.
Vino el revés para Samper con la muleta, cuando trataba de hacerse con el bruto en los primeros pasajes de la lidia de muleta, el de La Trinidad le golpeó con la pala del pitón en su rodilla derecha, doblándosela de fea manera y provocándole rotura de los ligamentos interno y cruzado.
El dolor de su lesión se le vio de inmediato en su rostro y en su incapacidad absoluta para mantenerse en pie. Fue llevado por las asistencias a enfermería, y fue Rodríguez quien debió pasaportar al cuarto, que tenía mucho para torear.
Juan Luís Rodríguez saludó con gusto a la verónica a su primero. Lo más destacado fue quizá su vistoso quite “al alimón” junto a su amigo y paisano Miguel Tendero, con quien lució a la chicuelina, ligada a una tafallera y bellamente rematada con una revolera vistosa, que fue muy ovacionada por el público.
Su trasteo muleteril fue templado aunque de expulsión, siempre a media altura y sin ajustarse ni comprometerse en ningún momento. Así y todo, tuvo pasajes destacados, sobre todo toreando con la mano diestra. Tras una estocada caída y trasera se le pidió la oreja que la presidencia de plaza, con buen criterio, no concedió y otorgó, eso sí, la vuelta al ruedo para el joven torero.
Con su segundo trató de emplearse más, aunque no hubo lucimiento con la capa. Con la muleta realizó una faena que tuvo pasajes aislados y muletazos sueltos con empaque, pero que en conjunto formaron una obra sin mayor fondo ni acoplamiento. Se tiró a matar, ahora sí, con rectitud y aunque dejó una espada muy caída, la gente pidió mayoritariamente la oreja, y la presidencia mostró el pañuelo blanco.
Miguel Tendero se mostró más rodado y con mayor sitio que su paisano, pero igualmente no tuvo la fibra que debe poner un novillero que pretende sacar la cabeza en esta difícil profesión. Y más aún, en una plaza como la de Quito, que merece ver a novilleros con mayor oficio y cualidades.
Tendero lanceó a la verónica sin mayor ajuste en su primero, que salía suelto de la suerte en las primeras de cambio. Fue complicado el de Mirafuente, con el que Tendero no acabó de centrarse, a pesar de un esperanzador brindis al respetable.
En su segundo si cambió la moneda, con un toreo de capa vistoso y ajustado. Preciosos fueron los lances a pies juntos, y luego el quite por chicuelinas, que tuvieron calado en le público.
Quizá equivocó el planteamiento inicial de faena a un ejemplar que le pedía la distancia larga para desplazarse y los terrenos de afuera de las tablas, o los medios.
Sin embargo, Tendero prefirió la faena en los terrenos del tercio, y acortando las distancias. No tuvo mayor estructura el trasteo, pero sí emotividad, porque Miguel le echó –¡ahora sí!- valor y determinación para arrancar buenos muletazos por ambos pitones. Perdió la oreja por su mal uso de la espada de cruceta, pues bien pudo tocar pelo en lo que fue, a la postre, la actuación más destacada de la tarde.
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