Decíamos antes del inicio de la Feria que acaba de concluir que, sobre el papel, las combinaciones eran de categoría. La empresa quiteña había estructurado unos carteles que definitivamente componían la mejor feria de este lado de la América taurina. Pero como dice el conocido adagio taurino, “el hombre propone… y luego sale el toro, y todo lo descompone”.
EL TORO
Se esperaba más, mucho más, de la Feria de Quito del 2007; cabía esperar más del toro bravo, habida cuenta del gran nivel mostrado por las ganaderías –y sobre todo por Huagrahuasi y Triana- en el año anterior. Y es que nadie podía suponer ni imaginar que en un año se experimentaría una caída tan abrupta en el juego de los astados corridos en este ciclo ferial, que deja una honda preocupación entre la afición y gente del toro.
De todo el inventario ganadero lidiado en los 9 días de feria, destacaron con nota alta Injuriado, de Carlos Manuel Cobo, al que toreó “El Fandi” cortándole un apéndice; también de esta casa ganadera fue Lanudo lidiado magistralmente por Julián López “El Juli”, así como Semillero y Largapuyas, que tuvieron mucha clase pero que no fueron bien comprendidos ni toreados por el torero local Carlos Yánez. En términos generales, la del 2007 ha sido una muy buena feria para la ganadería de Carlos Manuel Cobo, que por cierto, suponemos será el último año que lidie bajo este nombre y hierro.
Dieron también un juego aceptable Tornado y Caramelo, de Campo Bravo, corridos la tarde del 2 de diciembre y que fueron a parar en manos de Eugenio de Mora y el ecuatoriano Diego Rivas, respectivamente. Vale decir, por cierto, que Tornado recibió una excesiva vuelta al ruedo, una vez que fue pasaportado, en uno de los tantos desaciertos que se le apuntan al palco presidencial en esta feria.
Un año más hay que reconocer la irreprochable presentación de los astados de La Trinidad, todos con el trapío como para una feria de la categoría que pretende tener la de Quito. Fueron, en líneas generales, mansos pero muy manejables para sus lidiadores, y bien pudieron haber permitido un triunfo mayor del que obtuvieron los toreros, de haber tenido éstos más oficio y acierto.
Los pupilos de Santa Coloma tuvieron aviesas intenciones con sus lidiadores; de hecho, uno de ellos cazó al tercer aviso al torero salmantino Domingo López Chaves, propinándole una fuerte cornada de tres trayectorias en el muslo izquierdo. Sabemos que los toros de este hierro no permiten errores y que exigen mucho al torero, pero estos… fueron otra cosa.
Santa Rosa volvió mostrar un bajo nivel de casta este año. Algo habrá que hacer para refrescar urgentemente la sangre en esta casa ganadera, que tantos éxitos ha cosechado en el pasado.
Mirafuente tampoco las trajo consigo. Uno de cinco es mal balance, si se considera que ni ese uno – lidiado por Joao Moura la tarde del 1 de diciembre- tuvo un comportamiento demasiado claro durante la lidia.
Los afamados hierros de Huagrahuasi y Triana no cumplieron con las expectativas que quedaron servidas a partir de la gran feria que dieron el pasado año. Santa Coloma, Santa Rosa y Mirafuente siguen en el apartado de “pendientes”, pues llevan ya al menos un par de años que no levantan el nivel.
LOS TOREROS
César Rincón se despidió en figura de nuestra plaza, con un toreo plagado de sobriedad y templanza. La pena fue, eso sí, que no tuviera material un poco más propicio como para redondear su única y última actuación en el ruedo quiteño.
Enrique Ponce tuvo el santo de espaldas: ora por la mansedumbre de los toros que le cupieron en suerte, ora por su mal uso de los aceros, su obra quedó sin tener el reconocimiento numérico que sus trasteos merecían, pero dejó, sin duda, hondo calado en la afición de Quito.
Julián López “El Juli” refrendó un año más en Quito su indiscutible categoría de primerísima figura de la fiesta. Realizó, pese a los veredictos finales y premios concedidos, la faena más rotunda y consistente de este ciclo ferial, y su actuación en conjunto ha sido de una gran categoría.
Sebastián Castella no rayó al mismo nivel que en años anteriores. Más allá de que no tuvo los toros propicios para triunfar rotundamente, en este año se le ha visto repetitivo, carente de sorpresa y chispa, y con un repertorio limitado. Salió a hombros la última de feria, merced a una oreja demás, concedida por la autoridad de modo benevolente. Triunfo sin fuerza para un torero del que se espera mucho más.
Fue una pena el percance del salmantino Domingo López Chaves, pues su presencia en el abono suponía aquella dosis de frescura y renovación que requiere año a año el cartel de toreros de la feria. Nos dejó una mínima muestra del tamaño de su corazón y de su hambre por de llegar a ser figura del toreo. Ojalá lo volvamos a ver.
Eugenio de Mora tuvo la mitad de posibilidades para triunfar, pues sorteó un toro muy complicado de Santa Coloma, que a más de ser manso, tuvo malas ideas y no le permitió apenas hacer nada. Aprovechó mejor al de Campo Bravo, y dio vuelta al ruedo luego de una faena aseada, pero mal colofonada con la espada.
El francés Juan Bautista dejó sólo detalles de su toreo de mucho mando y clase. Estuvo muy firme y asentado con sus dos oponentes, que fueron mansos y no dieron posibilidades.
Miguel Ángel Perera, dio muestras de su hondura y gran toreo en cuanto tuvo la oportunidad de correr y bajar la mano, como es su estilo, a sus oponentes. Tampoco tuvo material propicio el pacense para poder reeditar su gran actuación del pasado año.
El joven torero Daniel Luque cayó de pie ante esta afición, por su valor sereno y su muy buen concepto del toreo. Ojalá la empresa piense nuevamente en este joven torero sevillano, pues hay que verle. Seguro será uno de los toreros que repunten la próxima temporada europea.
Ninguno de los tres novilleros españoles acartelados en esta feria no tuvieron una actuación redonda. El líder actual del escalafón, Pepe Moral, dejó bastante que desear, y demostró que no siempre el que más torea, es quien mejor torea.
Miguel Tendero tiene mucho por caminar. Cosa similar sucede con Juan Luis Rodríguez, que recién ha comenzado a torear con caballos y al que se le nota su falta de oficio y sitio.
Por cierto, a la Feria de Quito deben venir novilleros que ya tengan un rodaje y un nivel de prestigio que no desmerezcan el caché del ciclo ferial más importante de América.
El joven rejoneador lusitano Joao Moura estuvo realmente bien durante las tres tardes en las que actuó. Salvo quizá el último ejemplar que lidió en nuestra plaza, ninguno de los que le cupieron en suerte tuvo las prestaciones para que el caballero rejoneador brille con intensidad en esta feria. No tuvo, pues, material para triunfar, y habrá que verlo con animales que realmente se empleen en sus cabalgaduras para poder medir las reales cualidades de este rejoneador de dinastía, que dejó muy buenos momentos.
Da la impresión de que el llamado “Festival del Recuerdo” va perdiendo cuerpo y categoría, pues al cartel de este año se han apuntado dos toreros que no aportan ni interés ni categoría al festival: Pepe Luis Vázquez y Eduardo Dávila Miura no suponen un aliciente o interés particular para el aficionado. Víctor Méndez sí que tiene el tirón y el interés para el aficionado, pues siempre emociona verlo con los palos, o lidiando con su poderosa muleta.
Ojalá el año venidero la empresa cuide y pula mejor este cartel, que a más de ser de beneficio social, tiene que tener mayor categoría, acorde a esta feria.
Los coletas nacionales
Carlos Yánez logró “salvar el bote” con el corte de una oreja al segundo de su lote, un buen toro de Carlos Manuel Cobo, luego de haber estado perdido en la lidia de su primer ejemplar. Lo vimos sin la forma física ni técnica que se requiere para seguir en esto.
Guillermo Albán justificó con creces su inclusión doble en los carteles. La verdad es que el torero guayaquileño mereció mejor suerte en sus dos tardes, que estuvieron salpicadas por extraños sucesos y detalles que fueron evidentes para todo el público. En la conciencia de quien tuvo la palabra final quedará un resultado que es mentiroso para Albán, y que no refleja lo que en realidad hizo en el ruedo. Una feria de la que se lleva un magro trofeo, pero que fácilmente pudieron ser dos ó tres de no ser por esos “duendes extraños” –como bien definiera el periodista Santiago Aguilar- que se hicieron presentes algunas tardes de feria. En todo caso, quedaron patentes sus importantes progresos y las enormes ganas por cumplir con una afición de la que es ídolo indiscutible.
Diego Rivas se alzó con el trofeo del “Jesús del Gran Poder” por una esforzada aunque irregular actuación la tarde de su única presentación. Medió también, y hay que decirlo, un paisanaje desbordado que influyó en el buen criterio de la autoridad, que premió, quizá excesivamente, el trasteo al tercero que hubo que lidiar el torero de la tierra, que si bien fue enjundioso y vibrante, careció de los argumentos requeridos para premiar con dos orejas a la labor de un torero.
Juan Francisco Hinojosa bien pudo marcharse con tres orejas en su esportón, la tarde del 6 de diciembre, de haber estado más espabilado y manejado mejor los aceros. Hay que reconocerle, sin embargo, que su andadura profesional recién comienza y que muy poco ha toreado el ambateño como para pedirle cuentas más exigentes. Se le espera con ilusión y se le apuntan muy buenas maneras, pero para dar el salto cualitativo que el torero requiere, tendrá que irse pronto fuera del país, para poder hacerse torero.
En el escalafón de novilleros, Martín Campuzano volvió a dejar patentes sus maneras y su gran potencial. Éste es otro prospecto interesante que tiene que irse pronto fuera para seguir su preparación.
Álvaro Samper ha depurado su manejo del percal, y eso le valió para hacer el toreo de capa más hondo y vistoso de toda la novillería que actuó en la feria de este año. Se le nota también más puesto que el pasado año, pero tuvo la mala suerte de no poder rematar la tarde por una lesión en su rodilla derecha. Ojalá que el año que viene pueda repetir la interesante temporada que hizo en tierras europeas en el 2007, pues es la única forma de crecer como torero.
Los Hombres de Plata
A gran altura han rayado algunos de los toreros de plata del país. Es el caso de Darwin Granizo, que ha hecho una gran feria, tanto en la brega como con los rehiletes. También ha estado a nivel superior Juan José San Martín, que ha convertido el tercio de banderillas en un espectáculo: lo hace con muchísima verdad y exposición, y casi siempre deja los palitroques en todo lo alto.
Milton “El Diablo” Calahorrano ha mantenido el mismo gran nivel de años anteriores, siendo un permanente apoyo para sus compañeros y para los matadores a los que ha asistido en esta feria.
Bien han estado Hernán Tapia, Carlos Tapia y Nahum Salazar, picadores nacionales que cubrieron con dignidad y solvencia la suerte de varas durante este ciclo ferial.
LA AUTORIDAD
Llena de altibajos ha sido la actuación de la presidencia de plaza en esta feria. Ha tenido una actitud intransigente y poco coherente en algunas decisiones, que provocaron el reclamo airado de la afición. Por ejemplo, no concedió, vaya usted a saber por qué, la oreja en la segunda faena de Guillermo Albán, en su segunda comparecencia, que fuera pedida mayoritariamente por el público; tampoco le concedió la oreja a “El Juli” en su segunda comparecencia, luego de que lidiara de manera inteligente y templada al segundo de su lote, y al que mató, además, de una gran estocada, que a la postre fue declarada la mejor de la feria; tampoco le dio la oreja al francés Sebastián Castella, aunque el público la pidió con fuerza con pañuelos, sombreros y otros adminículos, que aparentemente el presidente de plaza no alcanzó a observar.
Se dejó ver también en su falta de consistencia para el envío de los recados o avisos. Unos, después de haber excedido sobradamente el tiempo reglamentario, y otros, en cambio, antes de que se cumpla el tiempo, como sucedió con el caso del francés Sebastían Castella.
Ordenó vuelta al ruedo para un toro que no tuvo todos los atributos para ello, como fue el caso de Tornado, de Campo Bravo, pero no le ordenó igual premio para Injuriado, que fue un gran toro, de Carlos Manuel Cobo, que fue muy ovacionado en el arrastre.
También ha tenido parte de responsabilidad en haber aprobado para la lidia ejemplares con el trapío inadecuado para la plaza de Quito. La autoridad, y también la empresa, deben abrir el espectro a otras ganaderías que bien podrían lidiar en la feria venidera, pero este es un trabajo que debe arrancar desde ya, y no cuando falten pocos meses para que inicie la feria.
EL PÚBLICO
El público que se dio cita a la Plaza de Toros Quito ha sido festivo y respetuoso, en su gran mayoría. Sabe aquilatar y valorar el toreo bueno, cuando éste se hace presente en el ruedo. Mantiene silencio y se engancha fácil cuando hay un torero que hace las cosas de verdad. Esto fue especialmente evidente durante la actuación del maestro César Rincón, cuando el público guardó un silencio reverente y expectante durante toda la actuación de Rincón.
Todavía se debate, sin embargo, con ciertos juicios equivocados, como por ejemplo, el de pitar a los del castoreño tan pronto aparecen en el ruedo. O a pitar fuertemente pidiendo las orejas para un torero, que podría incluso interpretarse como una reprobación a su labor.
El aficionado debe aprender a pedir las orejas con los pañuelos, y premiar así trasteos y faenas que, por peticiones insuficientes –según manifiesta la autoridad- quedan sin ser premiadas.
Ha de mantener también un respeto para la autoridad de plaza, que sabemos comete errores, pero a la cual tiene que respetar, y sobre todo, abstenerse de ir a lo personal en los epítetos y gesticulaciones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario