En tiempos en los que la fiesta está siendo perseguida, sitiada y casi proscrita, toda iniciativa tendiente a difundirla e incentivarla es totalmente válida. Es muy importante que haya quien esté pensando en que el mundo conozca la fiesta brava, mientras que por todas partes va ganando terreno la idea de acabarla o prohibirla.
Don Bull Producciones, la empresa mexicana que asumió el reto de organizar varios espectáculos taurinos en Las Vegas, piensa llevar a cabo un extenso serial de corridas de toros (dos festejos por mes) con la participación de toreros españoles, portugueses y mexicanos. Se dice incluso que están considerando extender la oferta hasta el año 2010, si es que la propuesta resulta exitosa. Interesante planteamiento, ciertamente, siempre y cuando la filosofía de esos espectáculos fuera la de mostrar a la fiesta de los toros en su real y verdadera esencia.
Desgraciadamente parece que no va por ahí la cosa. Aparentemente la empresa organizadora se ha ido amoldando a todas las exigencias de las autoridades de Las Vegas, hasta convertir los espectáculos que se ofertan en una versión que se parece a un espectáculo taurino, pero al que le faltan sus partes sustanciales: la suerte de varas, el tercio de banderillas y la suerte suprema. Casi nada.
Precisamente por ello, los organizadores ya han mantenido más de un contrapunto con varias figuras del toreo, con quienes habían en principio cerrado sus actuaciones, y que han terminado echándose para atrás al darse cuenta de por dónde va la cosa. Es el caso de El Juli, que ha denunciado que se han querido aprovechar de su nombre e imagen para llevar gente a la “plaza” de Las Vegas.
Probablemente el espectáculo, tal y como se lo propone, sea el único recurso para que los toros puedan darse a conocer en territorio americano, en donde es sabido que no se permite la muerte de los animales. Sin embargo, nuestros esfuerzos tratan de mantener la fiesta de los toros con su esencia y ritos invariables, y es virtualmente imposible que las corridas de toros en Las Vegas cumplan con ese objetivo.
Mejor eso antes que nada, dirán los organizadores y aquellos que defienden las corridas incruentas en Las Vegas. Sin embargo, en la medida que se vaya menoscabando la identidad del espectáculo, cambiándole la estructura que la ha sustentado desde su nacimiento, todos aquellos que lleguen a conocer la fiesta brava de la manera como se la presenta hoy por hoy en Las Vegas, no aceptarán jamás las corridas de toros a la usanza española, que es la que todos defendemos y procuramos mantener.
Por ello, la idea de difundir la fiesta brava es muy válida, pero no a costa de su integridad. No vale la pena es esfuerzo, si en ello se va su esencia verdadera y la dignidad de un espectáculo en el que la muerte no es una burda demostración del salvajismo y crueldad que reside en el ser humano, sino una parte consustancial a la vida o la reivindicación de la vida sobre la muerte.
Sin esa comprensión, me temo que las corridas de toros en Las Vegas serán solamente una novedad más que compita por quitarle rating al ilusionista Chris Angel, en el hotel de al lado.
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