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Grai
Fabián

martes, 4 de diciembre de 2007

Una desdibujada Autoridad incide en el resultado final del festejo. Crónica, 7ma. de Feria

Reseña

Lleno de no hay billetes. En tarde soleada y calurosa se lidiaron toros de los hierros de Huagrahuasi (2do., 3ro. y 4to) y Triana (1ro., 5to. y 6to.) bien presentados en general, mansos, descastados y peligrosos. El 1ro., inválido; el 5to., condenado a banderillas negras. Guillermo Albán, silencio y gran ovación con fuerte petición y bronca al palco; Sebastián Castella, ovación y ovación con tres avisos; Miguel Ángel Perera, silencio y ovación.


La de hoy ha sido una tarde aciaga, en la que una suerte de malfario se encargó de descomponer todo cuanto sucedió en el ruedo. Para empezar, y de modo extraño, la Presidencia de Plaza decidió erigirse en protagonista lamentable de un festejo que venía torcido, y cuyo deber era, más bien, enderezarlo antes que influir negativamente con decisiones erradas, como al fin sucedió.

Para mayor inri, los seis ejemplares de la casa Cobo no fueron en absoluto los colaboradores idóneos para el lucimiento de los espadas actuantes.

Al torero local Guillermo Albán se le negó el pan y la sal durante toda la tarde. Nunca se supo la razón por la cual el señor Mauricio Riofrío Cuadrado, Presidente de Plaza, mantuvo en el ruedo al que hizo primero de la tarde, que fue un toro inválido. Fue evidente para toda la concurrencia –menos para la autoridad- que el animal tenía problemas de coordinación y que no era apto para la lidia. Ante ejemplar de tales características, y ante la indiferencia del palco, el torero de la tierra lo intentó brevemente y luego abrevió al ver que no había mayor opción de triunfo.

Su segundo fue un toro manso y rajado al que no logró capotearlo con lucimiento, pues el astado se frenaba en el percal del torero a medio viaje. Sin embargo, luego se echó el capote a la espalda y protagonizó un ajustadísimo quite por gaoneras, que puso a la plaza a revientacalderas.

Inició faena con dos muletazos cambiados por la espalda, de planta muy quieta. Corrió bien la mano y por abajo, para dominar al manso de Triana, que al sentirse podido fue a refugiarse en tablas. En esos terrenos, estructuró un trasteo enfibrado y técnico, tirando bien de las remisas embestidas de su oponente, y logrando pasajes francamente lucidos.

Ya en las postrimerías de su trasteo, se puso de rodillas para instrumentas unas manoletinas que fueron ajustadas y muy templadas. Mató de media estocada en lo alto, que fue suficiente para hacer doblar al que hizo primero de la tarde. El público pidió de forma mayoritaria la oreja, ganada con absoluta justicia por el torero de la tierra, pero que la presidencia se la guardó con descaro, generando un alboroto de proporciones en la plaza.

Como bien se ha dicho esta tarde, la autoridad está para garantizar el buen curso del espectáculo, y no para provocar el desorden y las imposturas, como lamentablemente hizo el Doctor Riofrío, que presidió el festejo de esta tarde.

Albán dio una vuelta al ruedo con mucha fuerza, ante la bronca sonora que le echó el público al palco presidencial.

Sebastián Castella tampoco encontró material propicio para lucir a fondo su poderoso toreo. Se la jugó con su tercero en su trasteo de muleta, pues el astado tenía peligro sordo, y se quedaba en medio de los muletazos.

No le dudó el francés y a pesar de sus esfuerzos, su faena no logró tomar altos vuelos. Luego de pinchar una vez, dejó tres cuartos de estocada trasera y tendida, que bastaron para despenar al manso ejemplar de Huagrahuasi.

Con su segundo –un manso inexplicablemente condenado a banderillas negras, pues el toro había previamente acudido a los capotes de los subalternos y entrado en jurisdicción de las cabalgaduras - estructuró una faena paciente e inteligente, procurando encontrar el sitio y las distancias a un ejemplar remiso a embestir al engaño que le presentaba el coleta francés.

Su error fue pasarse de faena, pues el toro se puso complicado a la hora de matar. Luego de una estocada trasera y perpendicular, que no hizo el efecto deseado en el toro, se le vino la noche a Castella. Desde la presidencia le cayeron los recados, que por cierto fueron extemporáneos, por desajustados al rigor del reglamento establecido.

Miguel Ángel Perera no pudo reeditar el gran triunfo que consiguió el año anterior, precisamente con un gran ejemplar de Huagrahuasi. Su primero fue un manso de libro, con el que no pudo hacer absolutamente nada.

Algo más colaboró el que hizo sexto, que fue un toro serio y con buena arboladura, de Triana. A este, a pesar de ser manso, Perera le planteó un interesante trasteo por ambas manos, cuyo punto culminante fueron dos series muy hondas y largas por el pitón izquierdo, que sirvieron de pequeño muestrario del toreo profundo y de clase que practica este gran torero.

Faena que mereció una mejor predisposición del público, que a esas alturas estaba aún profiriendo epítetos, calificativos y toda clase de gesticulaciones a la presidencia, que como queda dicho, le birló descaradamente un trofeo de justicia al torero ecuatoriano –vaya usted a saber con qué motivaciones- y que con sus decisiones perjudicó el desarrollo de un festejo que bien pudo tener un final más feliz.

A reflexionar, Doctor Riofrío.

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