miércoles, 23 de julio de 2008
¡OJO CON MIGUEL ÁNGEL!
Se veía venir. Se barruntaba desde sus auspiciosos inicios de novillero, que podía llegar bien arriba. Y a guebo que lo ha conseguido. No vaya a pensar usted que es falsa presunción, pero yo ya lo “fiché” desde el año 2002, cuando actuó en Quito por primera vez, de novillero. Ataviado, recuerdo, con un traje verde manzana y oro, le hizo una gran faena a un novillo de Huagrahuasi; era un 4 de diciembre y el jaleo en la plaza era de órdago, pero no por la rotundidad de la faena realizada por el joven torero pacense, sino por la algarabía propia de las fiestas de la ciudad, que por esas fechas se toma el ánimo de todo quiteño.
En fin, que estuvo muy, pero muy bien Miguel Ángel toda la tarde. Cortó la oreja de ese primero, pero en su segundo merecía las dos, pero parece ser que el presidente de plaza, también estuvo de juerga. Habrá estado bien, digo yo, como para aún recordarlo.
Así como recuerdo su faena a Riguroso, un gran toro de Huagrahuasi, con el que se topó en la Feria de Quito del año 2006, y al que desorejó gracias a un toreo rotundo, de mano baja y de una ligazón y templanza extraordinarias. El toro fue declarado el toro más bravo de aquel ciclo ferial, pero la faena de Perera, bien gracias.
Ni modo. El hecho es que desde la anterior temporada, el torero extremeño recorre con paso firme y aplastante su camino hacia la cumbre. Me atrevería a decir que Perera será considerado este año, junto quizá con José Tomás, como el mejor torero de la temporada.
Pruebas al canto: triunfos en las principales plazas españolas. Pero triunfos de verdad, de aquellos que no admiten discusiones o argumentos; de los que ponen de acuerdo a todo el mundo.
Su concepto del toreo es el clásico y fundamental. Simple y complejo a la vez, y al que poquísimos toreros se ajustan hoy en día. Miguel Ángel se coloca siempre bien, echa la muleta adelante, abajo; embarca la embestida con absoluta limpieza y temple; tira del toro sin apuros ni groserías, corre la mano con tersura y suavidad, y remata atrás, y por debajo de la pala del pitón.
Es así como exigen los cánones del toreo ¿no?. Y así lo hace Perera. Pero aún así, las puertas de algunas plazas se cierran – que es un decir, porque quien las cierra es, invariablemente, la presidencia de turno, que se empeña en negar el triunfo de este gran torero, cuando ha puesto la plaza boca abajo- quitándole el caramelo de la boca al torero y al público, que quiere con vehemencia erigir a Perera como uno de los grandes toreros de los tiempos actuales.
Es lo que ha sucedido recientemente en algunas plazas con cierta notoriedad, y especialmente en Valencia, en donde de manera clamorosa la Presidencia de plaza le ha dejado sin recompensa luego de un arrollador triunfo.
El torero ha anunciado una extensa campaña americana, según los medios taurinos virtuales. Se enuncian todas las plazas de la geografía latinoamericana y mexicana, menos la de Quito.
¡Cuidado, señores empresarios! No vaya a ser que se nos escape este torero, que ya ha estado en Quito en anteriores ediciones de la feria quiteña, estando siempre en un muy alto nivel. No vaya a ser, insisto, que nos dejen sin ver a este torero, porque quizá su cotización haya subido. Supongo que así será, lógicamente, en la medida que su impacto y crecimiento como torero lo justifiquen. Todas las plazas están locas por verlo, para poder constatar el gran momento que vive el de la Puebla del Prior. Quito no puede ser la excepción.
¡Ojo con Miguel Ángel, que viene arreando! Tengámoslo presente porque este se va a subir en el copete de El Fandi y de todos los que ahora andan en el "pent house", si se descuidan.
¿Le veremos en Quito? Ojalá que sí.
Estimado Fabián:
ResponderEliminarCoincido plenamente con tu artículo. Personalmente considero que hoy por hoy, no hay un solo torero en el escalafón, que toree con la profundidad que tiene Perera.
Estamos ante un torero de época, aunque lamentablemente, quiza sin el reconocimiento que tienen otros espadas "mediáticos".
Felictaciones por tu acertado artículo.
Un abrazo,
José Morán