martes, 2 de septiembre de 2008
GUILLERMO ALBÁN, LUCHADOR SOLITARIO EN LA PIEL DEL TORO
El año que viene, en diciembre para ser precisos, y si Dios lo permite, Guillermo Albán cumplirá diez años como matador de toros. Se dice pronto, pero en esta profesión, cada año vale oro y pesa como diez, por la rigurosidad y riesgo que supone. Esto, desde luego, juega para todos los que se visten de luces, pero más aún para aquellos que, debiendo dejar su terruño y con un par de cojones por delante, se buscaron un hueco en las duras tierras ibéricas.
Guillermo ha sido uno de los más audaces y persistentes toreros americanos que acogieron el gran reto de pelear entre la enorme pléyade de toreros que se ubican en el escalafón de matadores de toros en Europa, y de aquellos que aún no logran siquiera aparecer en él. Porque en los escalafones oficiales no son todos los que están ni están todos los que son. Aquellos que no aparecen y que no han logrado vestirse de luces todavía, componen también un grupo enorme de toreros.
De modo que no es tarea fácil andar sacando la cabeza entre todos los toreros que tienen la posibilidad de torear en España, Francia y Portugal. Guillermo lo ha logrado y ha superado incluso los agoreros pronósticos de algunos que han querido reventar al torero por sistema: “un mono jamás podrá ser torero”; “qué va a poder este, si no tiene nadie que le apoye”, y más.
Lo cierto es que Albán ha demostrado su gran afición y profesionalismo, superándose a sí mismo y logrando el respeto y aprecio de sus colegas y profesionales del toro. El torero de Guayaquil es un profesional de pies a cabeza, cosa que por cierto lo diferencia del resto de toreros locales (que me disculpen si hiero la susceptibilidad de alguno), y eso lo hace apto para afrontar la dura vida del matador de toros con la mentalidad y preparación que el caso requiere.
Y es que así tiene que ser. El matador de toros que quiere ser figura (otra cosa es que se logre, desde luego) tiene que vivir con el toro en la mente y en el cuerpo; tiene que estar entregado por entero a la profesión, a la preparación de su cuerpo y mente, y también de la técnica, desde luego, para responder a la exigente prueba que impone el toro cada tarde.
Por eso mismo, a Albán se lo ha tomado en cuenta para estar presente por tres ocasiones ya en la primera plaza del mundo, la de Madrid. Y siempre ha estado digno y valiente. Ha recibido, incluso, la buena crítica de parte de la prensa especializada, y se le ha dedicado grandes espacios en sus páginas, porque ha tenido actuaciones muy entonadas.
También ha ido a Barcelona, en donde estuvo francamente bien, y a punto de triunfar, si hubiese estado más fino con los aceros. Dejó, sin embargo, su carta de presentación y se granjeó el respeto y reconocimiento de aficionados y profesionales.
Ahora último, cuando afrontaba su corrida de toros número 100, la cual cerró con triunfo resonante de cuatro orejas, sufrió también lo que ha sido hasta ahora el percance más serio de su carrera: rotura múltiple del tabique nasal y cornada de 12 centímetros en el tercio superior del muslo posterior izquierdo.
Supongo que en algún momento hemos recibido un pelotazo de modo accidental en la nariz; o un golpe repentino en el rostro. El dolor es horroroso, a más de dejarnos medio atontados. Me imagino entonces cómo será un derrote seco del toro y un pitonazo en el mismo sitio. Como para irse ese rato al hospital y quedar noqueado en una cama, varios días.
El ecuatoriano se fajó y siguió la lidia, inflamado y sangrante, y cortó dos orejas. Y luego, la cornada en el muslo, que no importó en ese momento, hasta despachar al enemigo y cortarle otras dos orejas. No estuve ahí, desde luego, pero ya me lo han contado y además, he visto fotos. Este es todo un testimonio de profesionalismo y de afición de un torero de la tierra. ¡Enhorabuena, digo yo!.
Como aficionado a los toros, lo de Albán me llena de satisfacción y orgullo, porque siento que mi país también tiene un representante dignísimo y profesional en el mundo del toro.
Son pues 101 las corridas que lleva toreadas Albán desde que se hizo matador de toros. Ha cortado 154 orejas y 13 rabos, convirtiéndose así en el matador de toros ecuatoriano que más corridas y triunfos ha sumado tanto en Ecuador como en el extranjero. Por cierto, de esas 100 corridas toreadas, más de la mitad han sido en plazas europeas.
Como es bien sabido, este torero ecuatoriano vive y se desenvuelve en Madrid, en donde tiene su casa. Desde luego que no siempre es fácil estar ahí, golpeando la piedra todos los días y buscando oportunidades sin desfallecer ni renunciar. A eso se le llama AFICION. Se le llama también, AMBICIÓN. O se le conoce también como PERSEVERANCIA. Y a veces, también CONVICCIÓN.
Y si a todo eso se le suma el oficio y la madurez que por fuerza y por lógica ha ido adquiriendo a través de los años, tendremos un torero maduro, con oficio y que ha ido depurando su estilo y su concepto del toreo.
Guillermo es un luchador solitario en la piel del toro. Sólo le acompaña en su trayecto un excelente compañero de ruta, que es su apoderado. De la Casa le ha apoyado desde hace algunos años y con él, el torero de Guayaquil ha logrado estar presente en muchas plazas en las que ni los mismos toreros españoles han podido entrar. Ha sabido responder en el ruedo y eso abre puertas sin duda.
Por el momento, que el torero de la tierra se reponga bien de su percance, que triunfe en las corridas que tiene comprometidas y nos prepararemos para verlo en diciembre, en Quito.
Gracias, torero, y mucha suerte.
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