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Grai
Fabián

miércoles, 3 de diciembre de 2008

6ta. de Feria. CRÓNICA / Hinojosa y Montes tocan pelo

RESEÑA

Más de tres cuartos de plaza, en tarde de mucho calor y constantes ráfagas de viento. Se lidiaron cuatro ejemplares de Santa Coloma (1ro., manso y reservón; 2do., bravo y con transmisión; 3ro., complicado y con peligro sordo; y 6to., bravo, correoso y con transmisión), bien presentados y muy en tipo del hierro ganadero; y dos de Peñas Blancas (4to., atacado de kilos y parado y 5to., muy bravo y codicioso); bien presentados, preciosos y armónicos de hechuras.

Antonio Barrera, silencio y silencio; Juan Francisco Hinojosa, silencio y oreja; Álvaro Montes, silencio y oreja.

Antonio Barrera confirmó alternativa en Quito, de manos de Juan Francisco Hinojosa, con el toro Comandante, de Santa Coloma, que pesó 502 kg.


CRÓNICA

El astro rey nos demolió esta tarde de forma inmisericorde con su poder. Mientras tanto, en el ruedo quiteño se corrían varios notables ejemplares que debieron ser mejor aprovechados por sus matadores de turno. Da pena y rabia ver cómo los toros que embisten y dan juego no encuentran la complicidad en sus lidiadores para el éxito.

El caso es que el torero sevillano Antonio Barrera no terminó de encontrarle la miga que tuvo el bravo y encastado ejemplar que hizo segundo de la tarde, un toro cárdeno oscuro de Santa Coloma, que embistió con clase, desplazándose y transmitiendo en la muleta del sevillano. Él, sin embargo, a pesar de que lo pasó de muleta con esfuerzo, anduvo desconfiado y más pendiente del viento.

Y si bien hubo vibración y emotividad en ciertos pasajes de su faena de muleta, no acabó de hacerse con las embestidas del ejemplar. Además, lo pinchó hasta en dos ocasiones antes de dejar una estocada entera con la que despachó al pupilo de Santa Coloma.

Su segundo, de Peñas Blancas, fue un precioso toro, cuajado y con trapío, de capa castaña, que hizo una salida brava y alegre, pero al que le fueron pesando los kilos que llevaba encima a medida que se desarrollaba el trasteo. Empujó con poder y bravura en el caballo y galopó con gran son en el tercio de rehiletes, pero llegó aplomado y parado a la muleta de Barrera, que no pudo más que intentarlo, sin sacar ningún partido a su segundo oponente.

Juan Francisco Hinojosa se encontró también con un gran toro de Peñas Blancas, corrido en quinto lugar; de armónicas hechuras, bravo y codicioso en la muleta, con el cual el paisano no estuvo centrado ni con determinación para aprovechar el triunfo que le ofreció abiertamente Coqueto. Trasteo que fue siempre sobre pies, sin dejárselo llegar ni templarlo, condiciones básicas para “meterlo en la canasta”.

Se tiró a matar con verdad y dejó un espadazo hasta las cintas y en buen sitio, de efecto fulminante. Le fue concedido un trofeo, más por la estocada que por el trasteo mismo.

Antes, había lidiado un deslucido ejemplar de Santa Coloma, que le planteó muchas complicaciones y que, ciertamente, no era nada fácil. Mató de ¾ de estocada caída y fue silenciado.

Álvaro Montes cumplía su segundo paseíllo de la feria. Su primer ejemplar, de Santa Coloma, fue un toro grandón, corpulento y apretado de pitones, que no dio buen juego. Y la verdad sea dicha, tampoco el jinete de Jaén se mostró claro de ideas para plantear faena ante semejante ejemplar; sobraron los desplantes y la preparación de las suertes, pero quedó casi inédito frente a la cara del toro, que acusó tablas todo el tiempo. Además, falló reiteradamente con el rejón de muerte, conjuntando una labor francamente deslucida.

Se reivindicó con el segundo de su lote, un bravo y muy colaborador astado de Santa Coloma, cárdeno claro, que galopó y acometió con fijeza e intensidad a las cabalgaduras de Montes.

Ahora sí, en su cartucho final, se ajustó más en las suertes y le puso mayor rigor a su quehacer. Resultó muy lucida la suerte de la garrocha, con la cual paró a su enemigo de salida. Brilló también con los rehiletes al violín, llegándole mucho al de Santa Coloma y también dejándoselo llegar para llevarlo prendido a la grupa de “Chambao” con el que toreó acompasado y alegre.

A la hora de despachar a su oponente, el rejón de muerte cayó muy trasero y tan sólo cortó una oreja, que bien pudieron ser las dos, de estar más fino con el acero.

Se pasearon pues dos orejas, que bien pudieron ser tres o cuatro más si los toreros hubiesen aprovechado a tope las buenas condiciones de los ejemplares lidiados en esta tarde.

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