RESEÑA
En tarde de climatología variable y casi lleno en los tendidos se lidiaron seis astados de diferentes ganaderías: VISTAHERMOSA (1ro., manso con poder; 3ro., manso, descastado y con peligro; y 5to., codicioso y algo bronco); HUAGRAHUASI (2do., complicado y bajo de raza); TRIANA (4to., noble, colaborador y boyante) y TRINIDAD (6to., bravo y muy colaborador).
Carlos Yánez, silencio; Morante de la Puebla, oreja; Julián López “El Juli”, palmas; Sebastián Castella, dos orejas; Joselito Adame, ovación; Curro Rodríguez, silencio.
CRÓNICA
La fiesta de los toros es maravillosa de verdad. Lo es porque aúna arte, pureza, verdad y misterio. Y lo es además porque, en muchas ocasiones es pretexto ideal del cual se sirve el hombre para demostrar su solidaridad y apoyo a los más necesitados.
La tarde de hoy se celebraba, justamente, el ya tradicional Festival que se celebra año a año, dentro de abono, y que en esta ocasión, a diferencia de los años anteriores, reunió a las figuras del toreo actual y a toreros de la tierra.
Carlos Yánez abrió plaza con un manso ejemplar, que tuvo poder y complicaciones, y que fue haciéndose amo y señor del ruedo ante la impotencia y falta de oficio del torero nacional. Yánez lo intentó y procuró estar a la altura de tan serio compromiso, pero se le notó su falta de rodaje y sitio a la hora de enfrentar las complicaciones que le planteó el pupilo de Vistahermosa. Le tocaron un aviso al paisano mientras se afanaba por despenar a su oponente.
Morante de la Puebla volvía luego de algunos años de ausencia a la Plaza de Toros Quito, y llegaba precedido del ambientazo que dejó en otro coso capitalino, la coqueta Plaza Belmonte, luego de una actuación maravillosa e inspirada, en la que soñó e hizo soñar el toreo a los afortunados que pudimos verle cuajar un toro como él sabe.
Esta tarde sorteó un animal complicado y mansurrón de Huagrahuasi que no le puso las cosas fáciles. Nos temimos lo peor, pues a las primeras de cambio el toro le hizo un par de extraños en el capote, y supusimos que Morante no se daría "coba" y se iría por la espada lo más pronto posible.
Pero no fue así. El genial Morante nos sorprendió y deleitó con un arsenal cargado de valor, técnica y arte purísimo, que le sirvió para componer una obra bella e inspirada.
Tras un inicio de faena mandón, con muletazos por alto y trincherazos, fue aguantando las tarascadas y parones del incierto pupilo de Huagrahuasi. No se agobió el torero y más bien lo fue sobando, consintiendo y mimando hasta convencerlo y hacerlo pasar una y otra vez, por ambos pitones.
Y una vez con el toro metido en la muleta, empezó a desgranar el bello arte que atesora este torero genial. Naturales enormes, preñados de torería; derechazos hondos y largos; trincherazos sello de la casa; y hasta los doblones y macheteos por la cara,cuando se rebrincaba el animal y le daba algún arreón. Faena irrepetible y que ya está guardada en la memoria de todos los aficionados quiteños.
Sólo su fallo con la espada al primer intento impidió que cosechara el doble trofeo de su enemigo. Cortó, sin embargo, una oreja con gran fuerza y dejó la esencia de su toreo regado por el ruedo de Iñaquito.
“El Juli” ha estado con el santo de espaldas en esta feria, pues no le ha embestido ni uno solo de los cinco toros que le cupieron en suerte en tres tardes en las que hizo el paseíllo en el ruedo quiteño. Así y todo, ha dejado la gran dimensión de su toreo y el pundonor y la raza de una gran figura histórica.
Esta tarde se las vio con un novillo imposible y peligroso de Vistahermosa, que a punto estuvo de llevárselo por delante en un feo arreón cuando el torero lo toreaba con la mano diestra. Lo intentó Julián de todas las formas, estando siempre muy por encima de su oponente, y procurando encontrarle las vueltas a un animal que no tenía nada de donde sacar partido. Lo mató de una estocada entera algo trasera y escuchó las cariñosas palmas de despedida del público de Quito.
El galo Sebastián Castella causó revuelo por la forma en la que llegó ataviado al coso quiteño en esta tarde: vestía un precioso traje de calle, de tres piezas, muy a la moda; camisa blanca, pañuelo negro anudado al cuello, zapatos de charol, y sombrero. Un look más propio de una pasarela de moda que de un ruedo taurino.
Sastres aparte, Castella se encontró con un colaborador y noble ejemplar de TRIANA, al que entendió y toreó francamente bien con la muleta, y sobre todo por la mano diestra, con la que compuso tres tandas ligadas, hondas y templadas, que resultaron sobresalientes en su conjunto. Al natural también lució en algún muletazo de mucho empaque y torería.
Trasteo que llegó a una cota alta al mediar la faena, pero que se fue diluyendo cuando la gente, sin mayor fundamento, empezó a pedir el indulto para el pupilo de la casa Cobo.
Mató de una estocada casi entera algo caída y se le concedieron las dos orejas, pedidas con delirio por el público en plaza.
Joselito Adame vistió de traje charro para afrontar el primero de sus dos compromisos en esta feria. Lidió un codicioso y boyante ejemplar de Vistahermosa, con el que estuvo variado y fácil toreando de capa. Cubrió con eficiencia el tercio de banderillas y con la muleta se plantó en los medios con su oponente para torear largo y templado con la mano diestra. No fructificó su toreo por el pitón izquierdo del toro.
Volvió a torear con la derecha y aprovechó la buena condición de su enemigo para compactar su labor con la pañosa.
Falló estrepitosamente con la espada y se vio privado de llevarse un merecido apéndice como premio a su entonada actuación.
Cerró el cartel de hoy Curro Rodríguez, conocido personaje de la afición por haber sido uno de los mejores hombres de plata que ha tenido el país en los últimos años.
Hoy presentó sus credenciales de novillero, luego de haberse ganado a pulso su inclusión en el Festival de feria por su actuación en las novilladas pre-feriales.
En sus manos fue a parar uno de los mejores ejemplares de la tarde, un buen novillo de La Trinidad, que fue muy colaborador y que bien pudo haber permitido un sonado triunfo a Curro, de haber estado más despierto y decidido.
Digamos que estuvo bien, pero sin atacar ni redondear. Su trasteo fue limpio, aseado y templado a momentos, pero sin chispa ni demasiada pasión, que es lo que se le debe exigir a un novillero que recién comienza, y que se codea junto a semejantes figuras como las del cartel de hoy.
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