sábado, 4 de diciembre de 2010

Feria de Quito.- Sexta de Abono: Toros complicados, toreros valientes.


Reseña
Festejo al estilo goyesco. Lleno completo en noche fría. Se lidiaron tres toros de Triana (1ro, devuelto; 5to, manso y rajado y 6to, complicado) serios y bien presentados; uno, de Vistahermosa (1ro bis, complicado) serio y bien presentado; y tres de Mirafuente (2do, 3ro y 4to, mansos y complicados). Miguel Abellán, oreja y ovación; El Fandi, ovación con saludos y silencio; Martín Campuzano, silencio y ovación con saludos.
Todo un hito relevante supuso la jornada de anoche en la Plaza de Toros Quito, al celebrarse, por primera vez en la historia de la feria, una corrida de toros nocturna, con el pretexto ideal de la celebración de las Bodas de Oro de esta magnífica feria quiteña. Y para mayor atractivo, esta corrida nocturna se escenificó al estilo goyesco. 

Para ello, la empresa tuvo que invertir unas importantes sumas para adecuar unas modernas luminarias fijas para el coso, que por cierto brindan una iluminación perfecta del ruedo y de las dependencias anexas. Se nota que el trabajo ha sido realizado con profesionalismo y con los estándares técnicos requeridos.
Este hecho supone un golpe de timón al destino inmediato de la feria, que a la luz de lo visto anoche, suponemos se reeditarán espectáculos nocturnos dentro del mismo ámbito de la feria quiteña. Enhorabuena, empresarios.
Ataviados al estilo goyesco, hicieron el paseíllo Miguel Abellán, David Fandila “El Fandi” y el paisano Martín Campuzano. Tuvieron que vérselas con unos ejemplares que no resultaron para nada fáciles. Algunos de ellos, inclusive, bien pudieron correrse en plazas tan exigentes como Bilbao o la misma Madrid, por su seriedad y trapío.
Miguel Abellán cortó una justísima oreja al primero de su lote, que fue un complicado toro de Vistahermosa y al que toreó con mucha largura y profundidad con la mano derecha, en series muy ligadas y vibrantes. Por el pitón izquierdo el tono de la faena bajó por la poca claridad con la que el pupilo de Vistahermosa se empleaba por su pitón izquierdo.
Y a medida que el madrileño fue pudiéndole a su oponente, éste empezó a defenderse y a pararse. En un derrote seco lo derribó y en el suelo lo buscó con saña, dándole una paliza monumental de la que salió bien librado de milagro. Se repuso Miguel y volvió  a la cara del toro bastante mermado de condiciones. Recetó una gran estocada en lo alto y se le concedió la primera oreja de la noche.
En su segundo ya nada pudo hacer, pues sorteó el ejemplar más manso y peligroso de todos los lidiados y el trasteo no tuvo mayor lucimiento.
El Fandi toreó con un vendaje especial en su pierna derecha, protegiendo los puntos aún frescos de su cornada reciente. Así y todo, el granadino fue toda voluntad y deseos de agradar al público quiteño, para el que es ya un auténtico ídolo. Sorteó en primer lugar un toro grandón  y muy serio por delante, de Mirafuente, que no tuvo transmisión ni recorrido. Lo dio todo Fandila, banderillas incluidas, pero al final falló con los aceros y solo  recibió una cerrada ovación en premio a su actuación.
Volvió a estar vibrante y entregado en su segundo, en el que protagonizó un gran tercio de rehiletes. Su faena de muleta, sin embargo, ya no tuvo consistencia ni transmisión al tendido, por las escasas prestaciones del toro, que a más de manso, tuvo problemas en sus extremidades.
Una tarde más Martín Campuzano dejó ante sus paisanos la imagen de un torero dispuesto a todo para llegar a ser alguien en este duro mundo del toro. Su primero fue un complicadísimo toro con el hiero de Mirafuente con un peligro sordo escalofriante. No le importó a Martín esas aviesas intenciones de su oponente y le plantó cara siempre bien colocado, con la muleta planchada y en la cara. Faena de gran mérito y decisión del ecuatoriano, que recibió algunas palmas del respetable.
En su segundo volvió a estar muy firme. Esta vez contó con un ejemplar que se movió con mayor franqueza, aunque también tuvo complicaciones. Martín le dio la lidia correcta, sin arrugarse ni amilanarse en ningún momento. No tuvo suerte con la espada y al caer su oponente saludó una cariñosa ovación de la parroquia.

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