martes, 9 de diciembre de 2008

ECOS DE LA FERIA DE QUITO 2008: El Juli, Morante y Albán, los destacados de la Feria

Se cumplieron los pronósticos y las previsiones que todos los aficionados hacían antes del arranque del ciclo quiteño del 2008. Finalmente Julián López “El Juli” refrendó, en solitario esta vez, su categoría de gran figura del toreo, demostrado en dos pletóricas y completas actuaciones en el ruedo quiteño, y se llevó la estatuilla del Jesús del Gran Poder.

También dio altísima nota Morante de la Puebla, que encantó y cautivó con su torería y gran disposición para imponerse a ejemplares que fueron la antítesis del toro que le sirve para destapar con rotundidad el tarro de las esencias.

Sebastián Castella, en cambio, que también se anunció tres tardes, no logró acoplarse y estuvo intermitente en sus actuaciones, sin lograr redondear su paso por la feria.

El torero ecuatoriano Guillermo Albán fue otro de los protagonistas del ciclo, volviendo a triunfar de modo rotundo en una plaza en donde es un ídolo indiscutible.

EL TORO

A lo largo de los nueve días se lidiaron un total de 59 ejemplares, todos de las ganaderías y hierros nacionales. Este año debutaba la ganadería y hierro de VISTAHERMOSA, antes Carlos Manuel Cobo, que tuvo un auspicioso entré con el gran novillo Sopladito, lidiado e indultado por el francés Román Pérez la tarde del domingo 30 de noviembre.

Otros nombres y hierros destacados de la feria fueron:

Heredero, de Huagrahuasi, que fue un extraordinario toro que aunó bravura, nobleza y calidad en sus embestidas, y que desbordó en la lidia de muleta al torero ecuatoriano Diego Rivas, la tarde del 4 de diciembre. Este sería, a la postre, declarado el mejor toro de la feria.

Comandante, de Santa Coloma, fue otro gran ejemplar corrido en esta feria, con el que no se acopló el sevillano Antonio Barrera.

Coqueto, de la ganadería de Peñas Blancas, fue otro de los toros importantes de la feria, que sorteó el nacional Juan Francisco Hinojosa, y al que le cortó una oreja. Un toro, ciertamente, de triunfo grande.

Dieron también un juego aceptable algunos ejemplares de la ganadería de La Trinidad, que tuvo además el mérito de enviar encierros excelentemente bien presentados y de preciosa lámina.

No tuvo suerte el hierro de Campo Bravo, que el 2007 presentó dos buenos ejemplares que estuvieron formando parte del grupo de toros importantes de ese año; Mirafuente tuvo un balance discreto, aunque se nota alguna mejoría con respecto al año anterior; El Pinar, hierro hermano de Campo Bravo, pasó también de puntillas en esta feria.

Huagrahuasi y Triana siguen siendo ganaderías protagónicas y garantía de triunfo en la Feria de Quito. De su casa ganadera ha salido el mejor ejemplar de esta feria, además de algunos otros que tuvieron clase y posibilitaron el triunfo de sus lidiadores. Habrá de seguir bregando el buen ganadero José Luis Cobo para volver a llegar a las altísimas cotas de calidad y regularidad alcanzados por estas dos ganaderías el año 2006, cuando tuvo una feria cumbre con varios de sus ejemplares.

Un año más hay que reconocer la irreprochable presentación de los astados de La Trinidad, todos con el trapío como para una feria de la categoría que pretende tener la de Quito. Fueron, en líneas generales, mansos pero muy manejables para sus lidiadores, y bien pudieron haber permitido un triunfo mayor del que obtuvieron los toreros.

LOS TOREROS

“El Juli” volvió a ser el triunfador de la Feria, dejando en la afición un ambientazo para lo que será, suponemos, su actuación en la próxima feria quiteña. En tres actuaciones demostró por qué es máxima figura del toreo. No tuvo, ciertamente, toros propicios para alcanzar un triunfo aún más sonoro y abultado, en lo que a trofeos se refiere, pero con lo que tuvo le bastó para pasear su maestría, rotundidad y afición enorme. Tres orejas fue el balance final de su actuación, pero quizá debió llevarse alguna más, luego de un trasteo que debió premiarse aún ante la ausencia de pañuelos en el tendido. Afición obliga…

Morante de la Puebla fue otro gran protagonista de la feria. Hizo el toreo eterno en sus dos presentaciones, en las que exhibió además un talante muy especial, lleno de entrega y voluntad firme para agradar. Para ello empleó toda su portentosa técnica y un auténtico valor para abandonarse y dejar que su genialidad e inspiración brotaran, para alegría de todos los aficionados quiteños. Él tampoco sorteó ejemplares a modo como para triunfar rotundamente, pero nos dejó el alma llena y con ganas de volver a verlo el año venidero. Ojalá.

El ecuatoriano Guillermo Albán se sobrepuso con dignidad y profesionalismo al percance que sufrió en la primera de sus dos comparecencias, cuando un manso e incierto toro de Campo Bravo le infirió una cornada de dos trayectorias en su pierna izquierda. Remontó la tarde y cumplió con su compromiso. Y dos días más tarde, con la herida aún supurante y sin apenas convalecer del percance, volvió a ponerse delante para realizar una de las actuaciones más completas que se le recuerdan al torero compatriota en el ruedo quiteño. Estuvo centrado y toreando con mucho temple a dos ejemplares flojos pero con calidad y nobleza, y también echando el resto para triunfar a sangre y fuego.

“El Fandi” volvió a “enfandilar” a la plaza con su impresionante capacidad física y su pleno dominio de terrenos y suertes con las banderillas. Otra cosa es ya con la muleta, con la que no logra el torero de Granada redondear sus actuaciones. Si bien también atravesó la puerta grande a hombros, su actuación no fue rotunda.

Sebastián Castella no ha estado tampoco este año al mismo nivel que en años anteriores. Si bien cortó dos orejas a un colaborador ejemplar la tarde del festival, se dejó ir un muy buen ejemplar de triunfo la tarde del 4 de diciembre, al que se dedicó a pinchar reiteradas ocasiones.

José María Manzanares volvió a marcharse prácticamente inédito de Quito, luego de sortear un lote imposible con el que prácticamente nada pudo hacer. Ojalá podamos verlo nuevamente, pues su clase y torería están fuera de toda duda.

Tampoco tuvo suerte César Jiménez, que buscó reeditar su gran triunfo de 2006, sin conseguirlo. Tuvo un lote imposible, a más de que su primero fue muy mal castigado en varas y eso puso al público en su contra, de manera injusta.

De puntillas pasó el sevillano Antonio Barrera, que bien pudo triunfar con el primero de su lote, un exigente pero buen toro de Santa Coloma, de nombre Comandante, al que lo toreo sin apreturas y demasiadas precauciones.

Antonio Ferrera cortó una oreja luego de una labor esforzada y de dar fiesta también con los rehiletes, en el segundo de su lote.

El burgalés José Ignacio Ramos se mostró solvente y lidiador con su dispar lote, al que poco provecho pudo sacarle. Dejó, de todas maneras, detalles interesantes de torero de oficio y maduro.

Volvió a cautivar con su carisma y simpatía el joven torero mexicano Joselito Adame, que cortó oreja en su primero la tarde del 6 de diciembre. En el festival estuvo también entusiasta y centrado con el novillo que lidió, escuchando palmas del respetable.

El rejoneador de Jaén Álvaro Montes tuvo una irregular presentación en Quito, repartida en tres tardes del abono quiteño. Dejó ver reiteradamente su falta de ajuste y ortodoxia a la hora de hacer el toreo fundamental a la jineta, y su labor fue más bien superficial y periférica en la mayoría de sus compromisos. Cortó tres orejas - dos en su primera comparecencia y una en la segunda - dejando un sabor bastante insípido tras su paso por la Feria de Quito. No es Montes el rejoneador para una plaza de la categoría de la de Quito, más aún cuando por su ruedo han pasado figuras como Hermoso de Mendoza, Diego Ventura, Andy Cartagena y Joao Moura.

Los coletas nacionales

Carlos Yánez tuvo su única comparecencia en el “Festival del Recuerdo”. Estuvo francamente desdibujado, inseguro y sin sitio para afrontar el compromiso. Se fue de vacío luego de escuchar un par de avisos.

Guillermo Albán como ya queda dicho, justificó con creces su inclusión doble en los carteles. Su balance final, en dos tardes contratadas, fue de una vuelta al ruedo y puerta grande, al cortar dos orejas a su lote, el día 1 de diciembre. Su crédito y prestigio quedan revalorizados y fortalecidos de cara a lo que sería su participación en la feria del 2009, de llegar a acuerdos con la empresa gestora.

Diego Rivas se llevó el lote de la feria, al sortear con toros de triunfo grande. Estuvo templado y asentado con el primero, al que le buscó el indulto, y difuso y populista con el gran Heredero, de Huagrahuasi que le ofreció en cambio, un triunfo resonante en sus embestidas de gran son y clase. Le cortó una oreja por un trasteo más efectista que de verdad, pudiendo, a ese sí, perdonarle la vida si se fajaba y lo toreaba de verdad.

Juan Francisco Hinojosa también pudo marcharse con triunfo, tras sortear un muy buen ejemplar de Peñas Blancas, que tuvo bravura y transmisión. Acusó su escaso rodaje a la hora de descifrar las embestidas de su oponente, y terminó cortándole una oreja que supo a poco.

Martín Campuzano tomó la alternativa de manera digna y estuvo francamente importante con sus dos oponentes, a los que pinchó reiteradamente perdiendo así un triunfo de clamor la tarde de su doctorado. Así y todo, la gente se entregó a su toreo hondo y de mano baja, valeroso y sincero. Tenemos un torero que puede llegar bien alto, si busca otros horizontes, para continuar su proceso de crecimiento y maduración lo más pronto posible.

En el escalafón inferior, no lograron brillar los nacionales Rafael Rodríguez y Álvaro Samper. El primero tuvo ciertamente alguna opción con el primero de su lote, pero le faltó actitud y convicción para triunfar. Samper estuvo molesto con el viento que sopló incesantemente y con sus oponentes, que no fueron fáciles. Buscó, sin embargo, hacer bien las cosas y estuvo empeñoso y con voluntad.

Curro Rodríguez apuntó detalles sueltos en el Festival, en el que fue incluido luego de una entonada actuación en las novilladas de pre feria. Tendrá que seguir rodando y curtiéndose como torero, pues tiene condiciones.

Los tres novilleros europeos tuvieron actuaciones lucidas. Sobresalió Román Pérez, que indultó al buen Sopladito, de Vistahermosa y cortó otra oreja de su segundo oponente, arrollando en su presentación en la plaza quiteña. José Carlos Venegas es un novillero fino y elegante, al que habrá que verlo y seguirle la pista. Seguramente dirá mucho en las temporadas venideras. Miguel Ángel Delgado mostró también buenas maneras y valor, y logró abrir la puerta grande la tarde del 5 de diciembre, en medio de un tremendo aguacero.

LOS HOMBRES DE PLATA

A gran altura rayaron varios de los subalternos, y de modo especial Juan José San Martín y Milton “El Diablo” Calahorrano, destacadísimos subalternos que son garantía de buena lidia y apoyo a los toreros. Hernán Tapia, y Braulio Almeida han vuelto a destacar en varas a lo largo de la feria.

LA AUTORIDAD

Acertada en líneas generales fue la actuación de la presidencia de plaza en esta feria. Se le apunta, sin embargo, algún fallo a la hora de la concesión de trofeos, cuando debió premiarse sin duda un trasteo tremendamente inteligente y capaz de “El Juli”, la tarde del 1 de diciembre, en el primero de su lote, y ante el cual la autoridad no se inmutó.

Con buen criterio manejó el cambio de toros, cuando éstos se lesionaron en el ruedo. Es verdad que el reglamento es claro en ese sentido, pero las decisiones presidenciales precautelaron el buen curso del espectáculo en ese sentido.

EL PÚBLICO

El público que se dio cita a la Plaza de Toros Quito ha sido festivo y respetuoso, en su gran mayoría. Sabe aquilatar y valorar el toreo bueno, cuando éste se hace presente en el ruedo. Mantiene silencio y se engancha fácil cuando hay un torero que hace las cosas de verdad. Esto fue especialmente evidente durante las actuaciones de “Morante de la Puebla“ y “El Juli” cuando el público se mantuvo expectante durante toda la actuación de los coletas españoles.

Todavía se debate, sin embargo, con ciertos juicios equivocados, como por ejemplo, el de pitar a los del castoreño tan pronto aparecen en el ruedo. O a pitar fuertemente pidiendo las orejas para un torero, que podría incluso interpretarse como una reprobación a su labor.

El aficionado debe aprender a pedir las orejas con los pañuelos, y premiar así trasteos y faenas que, por peticiones insuficientes –según manifiesta la autoridad- quedan sin ser premiadas.

Ha de mantener también un respeto para la autoridad de plaza, que sabemos comete errores, pero a la cual tiene que respetar, y sobre todo, abstenerse de ir a lo personal en los epítetos y gesticulaciones.

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