viernes, 28 de noviembre de 2008
1ra. de Feria. CRÓNICA .- El Día Soñado
RESEÑA:
En tarde de mucho sol y viento y con lleno en los tendidos, se lidiaron seis ejemplares de la ganadería de VISTAHERMOSA, faltos de raza y fuerza en líneas generales. Julián López "El Juli", dos orejas y saludos; José María Manzanares, silencio y saludos; Martín Campuzano, que tomó la alternativa, vuelta al ruedo y palmas. El toro de la alternativa se llamó AVISPADO, herrado con el número 197, de 455 kilogramos de peso. "El Juli" salió en hombros.
Se desmonteró Mílton "El Diablo" Calahorrano, tras parear superiormente al sexto de la tarde.
Ecuador finalmente tiene un nuevo matador de toros. Y lo podemos decir sin temor a equivocarnos, pues Martín Campuzano vivió su día soñado con toda la dignidad del mundo. Solamente el mal uso de la espada le privó de tener un muy sonado triunfo, y de acompañar al torero madrileño por la puerta grande. Y como para redondear además el día en el que sueña todo novillero, cuando se convierte en matador de toros.
En lo personal, confieso que no me llama la atención que Martín haya salido con semejante predisposición la tarde de su alternativa. Lo habíamos visto ya hace dos años, en esta misma plaza, cuando se presentaba como novillero en la feria quiteña, y nos dejó gratamente sorprendidos; luego, en diversas plazas locales, con igual determinación y ganas, cosechando triunfos y seguidores.
Al toro de la alternativa, que llevó por nombre AVISPADO, lo toreó con soltura y suavidad con la capa, pese a que el toro se salía suelto de la suerte y aquello no lograba tener ni continuidad ni mayor emoción. Se prodigó en un ajustado quite por gaoneras, que fue corto pero vibrante.
Verdad y gran sitio mostró el toricantano en su faena de muleta, con la que trató siempre de fijar al toro sobre la base de dejarle puesta la muleta puesta en la cara, y de evitar que no se le marchara, ganándole un paso luego de cada muletazo.
Lo más emotivo y brillante fue su toreo circular, más cerca de tablas, de levantó un auténtico clamor en los tendidos. Falló con la espada de forma reiterada y se le fue la oreja -o las dos- que pudo cortar de su primer oponente.
Igual de asentado y valiente estuvo con el segundo de su lote, que hizo sexto de la tarde, y que resultó el de mayor peso del encierro. A éste también lo toreó con limpieza con el capote, jugando bien los brazos y dándole importancia a cada lance.
Su inicio de muleta fue extraordinario, con muletazos por bajo con un gran concepto estético y técnico. Con el viento como invitado indeseable, como toda la tarde, procuró siempre poner la muleta planchada y torear por abajo. De todo ello, sobresalió una muy buena tanda con la mano diestra, honda y muy de verdad, casi dejándose rozar los pitones por la taleguilla; siempre hacia atrás, y rematando cada muletazo por abajo. Faena de entrega y naturalidad, a pesar de la gravedad del compromiso y del peso de la responsabilidad, que parecieron no afectar al torero quiteño.
Volvió a fallar estrepitosamente con la espada, y lo que pudo ser un triunfo resonante de dos o tres orejas, terminó sin la recompensa adecuada en día tan señalado. De todos modos, podemos decir con satisfacción que Ecuador ya tiene otro torero, para gloria de la fiesta del país.
Si el toricantano estuvo asentado y digno, el padrino volvió a pasear por Quito su aplastante categoría de primera figura del toreo.
A su primero, lo recibió El Juli a pies juntos, con lances limpios y suaves a la verónica, sin apenas moverse de su terreno, lo que ya caló en los tendidos. Con viento y todo, se jugó toreando por chicuelinas muy ceñidas y lucidas, en el centro del platillo.
A pies juntos también inició su trasteo de muleta, que fue una obra rotunda de menos a más, de la que destacó la forma de llevar tapado al toro en todo momento, y por abajo; casi la mitad de su muleta se arrastraba una y otra vez por la arena en cada embroque, y los pases de pecho resultaron milimétricamente ligados a los redondos, sin solución de continuidad. Firmó Julián una faena poderosa y estructurada, que remató con un sensacional espadazo, marca de la casa, que fue rúbrica perfecta para semejante trasteo.
El presidente concedió la oreja, pero la parroquia pidió de forma mayoritaria el segundo trofeo, que la autoridad concedió con buen criterio. Además, sólo la estocada valía, por sí sola, una oreja.
Con su segundo volvió a mostrar su raza de gran figura del toreo, con un ejemplar que apenas se movió, haciéndolo todo prácticamente el torero. Volvió a brillar con el capote, pero su trasteo de muleta ya no tuvo el mismo argumento, a medida que las fuerzas del toro fueron apagándose. Así las cosas, el del barrio de San Blas tuvo que pegarse un arrimón importante, que caló intensamente en la afición quiteña, que le alentó fervorosamente durante su trasteo. Se tiró a matar de nuevo con toda ortodoxia pero esta vez la espada cayó muy baja, lo cual le impidió pasear trofeo.
José María Manzanares se fue, una vez más, de vacío de Quito. Nos quedamos, pues, con ganas de ver a ese gran torero que fue protagonista indiscutible en esta temporada, y que lo será, a buen seguro, la que viene.
Sorteó dos ejemplares muy deslucidos, si bien el que hizo quinto, desrazado y todo, se movió algo más y dejó ver algún muletazo suelto de calidad y empaque, interpretados por el torero de Alicante.
Al final, El Juli salió en hombros gracias a una nueva demostración de su portentosa capacidad, y Martín Campuzano, nuestro nuevo matador de toros, se fue a pie por usar mal la espada, el día soñado de su alternativa.
Quedó sin embargo patente su gran clase y su verdad para entender el toreo. Estamos seguros que triunfará, pues como ha dicho Paco Aguado esta tarde, ha escogido el camino más difícil, pero el más gratificante y el que lleva inevitablemente a la gloria.
¡SUERTE, TORERO!
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