sábado, 1 de diciembre de 2007

BAUTISTA Y LUQUE CAYERON DE PIE. Crónica, 4ta. de Feria

Reseña

Lleno. En tarde de mucho calor y viento se lidiaron tres toros de Santa Rosa (1ro., manso y rajado; 2do., manso y peligroso y 3ro., noble y colaborador, que se apagó pronto) y tres de Mirafuente (4to., boyante, con transmisión; 5to., manso de libro; 6to., manso y rajado). Joao Moura, silencio y silencio; Juan Bautista, ovación con saludos y silencio; Daniel Luque, palmas y silencio.


Destaquemos, antes que nada, el nuevo llenazo de la plaza en la tarde de hoy. No aparecía en el cartel ninguno de los toreros llamados “figura”, aunque sí el siempre atractivo apartado del rejoneo, que convoca a muchos entusiastas seguidores del arte de Marialba. Y los otros dos, nuevos en esta plaza, desconocidos totalmente para la afición de Quito. Desconocidos, pero no por ello menos capaces. Al contrario, los dos son, sin duda, toreros de pies a cabeza.

Joao Moura pudo mostrar sólo en parte la gran calidad que atesora, pues el mal juego que dio su primero no le permitió desarrollar lo que sabe. El astado que hizo primero de la tarde, de Santa Rosa, fue un manso que se defendió desde los medios del ruedo, echando siempre la cara arriba, o arreando intempestiva y descompuestamente. Ante tal material, poco pudo dejar ver el joven portugués, como no haya sido su buena voluntad y perfecta monta de sus cabalgaduras.

Mejor colaboró su segundo, de Mirafuente, que tuvo más emotividad y transmisión en sus embestidas. Con éste realizó una faena templada y vibrante, con momentos realmente espléndidos, en los que sobresalieron sus farpas clavadas al violín, o un par de quiebros muy toreros y valientes. Pero todo quedó en nada, por su desafortunada forma de emplear el rejón de muerte, que cayó escandalosamente trasero descordando al de Mirafuente de mala manera.

El buen aficionado esperaba con ilusión a Juan Bautista, pues sabe que el torero francés tiene mucha calidad, ya demostrada durante la temporada europea de este año. Ratificó el buen momento que atraviesa con su primero, que fue a la postre el único ejemplar de los tres de Santa Rosa que embistió con cierta clase y con claridad.

Toreo terso y con empaque a la verónica, se lució en un apretado quite por chicuelinas y ya, con muleta en mano, realizó un trasteo entonadísimo y a ratos con gran hondura, sobre todo por la mano diestra. Mato de gran estocada, pero incomprensiblemente, y pese a que la petición de oreja del público fue mayoritaria, la autoridad no la concedió.

No se dio coba con el segundo, que fue un manso de libro, de feas echuras que no embistió ni se entregó en ningún momento. Lo mató de un feo bajonazo y su labor fue silenciada.

También convenció el joven Daniel Luque, que sorprendió con su firmeza y valor sereno ante el difícil pupilo de Santa Rosa, con el que confirmó alternativa en Quito.

Supo llevarle siempre muy toreado con la muleta, tapándole bien la cara y haciéndole repetir las embestidas, a pesar de su insistente deseo de marcharse y rehuir la pelea. Trasteo inteligente y decidido, que no fue, lamentablemente, bien rubricado con la espada, que cayó atravesada. No estuvo fino tampoco manejando la espada de cruceta y tan sólo escuchó tibias palmas.

A su segundo le repitió la dosis de valor y toreo de cabeza despejada pero, por mucho que lo intentó, poco logró ante un ejemplar manso, que siempre buscó el abrigo de las tablas.

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