martes, 19 de mayo de 2009

MADRID, LA QUE DA Y QUITA.

Ha pasado Sevilla, uno de los principales destinos taurinos de la temporada europea, y está en pleno curso el ciclo ferial más largo del mundo, en la llamada "catedral del toreo", en Madrid.

Y de Sevilla sobresalen con luces propias El Juli, Manzanares y Morante. Tres nombres propios que son referente de la fiesta hoy por hoy. Se ha dicho que El Juli realizó lo de mayor condumio y peso de la feria hispalense; Manzanares ha refrendado su gran cartel y el genio Morante ha hecho las delicias de los aficionados, con su toreo de otra galaxia.

El Juli ha estado, justamente, esta tarde en Las Ventas de Madrid, y se ha ido inédito de "su" plaza. Al retirarse, y ante los micrófonos de distintos medios de comunicación, se ha lamentado de la frialdad y la dureza de la afición madrileña. Esa misma que, tardes atrás, ha premiado con orejas verbeneras y, según dicen algunos críticos, de poco peso, trasteos de toreros de poco renombre -que no por ello dejan de tener importancia, desde luego- o que en todo caso, no merecieron tan significativo premio.

¿Qué pasa en Madrid? ¿Qué busca la "entendida" afición madrileña con esa bronca contra los toreros figura?. A los toreros que lo han alcanzado todo hay que exigirles más, desde luego. Así tiene que ser, pues por algo son las figuras. Pero ponerse a la contra "por default", por ser El Juli, o incluso ahora también Miguel Ángel Perera -que en su última comparecencia casi se deja la vida en la arena de esa plaza-, no se explica.

Ya veremos los videos y leeeremos las crónicas sobre la tarde de hoy, para ver qué dimensión dio cada uno. Pero desde luego que dan ganas de creer que Madrid entroniza y decapita toreros por capricho, por moda.

Hace un año, José Tomás marcó dos de los hitos más grandes de la historia taurina de esa plaza, y su ausencia en esta feria aparentemente no ha causado ninguna sorpresa entre la afición. Si siete orejas en dos tardes consecutivas, con tres cornadas graves en las carnes no son suficientes argumentos para exigir la presencia de este tipo de toreros, el valor de la vida y la muerte y el esfuerzo que hacen estos seres frente a los toros apenas tiene sentido.

El torero que se juega la vida frente al toro lo hace, desde luego, porque así lo siente y lo desea, pero también busca el reconocimiento y la gloria, a través de inmortalizar su nombre en la afición y en la historia de la tauromaquia.

También de ello vive la fiesta de los toros, no hay que olvidarlo.

Vamos a ver a qué torero le tocará la dulce lotería de ver su nombre ensalzado al final de esta feria. Y ya veremos también cuál figura será decapitada este año por los entendidos aficionados venteños.

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