viernes, 30 de noviembre de 2007

"EL JULI", EN LA CUMBRE DEL TOREO. Crónica. 3ra. de Feria

Reseña
En tarde de climatología variable y lleno de no hay billetes, se lidiaron ejemplares de Cobo Albornoz (1ro., noble y con calidad, algo flojo), uno de Huagrahuasi (4to., bravo y de gran fondo) y cuatro de Carlos Manuel Cobo (2do. Bravo, noble y con son; 3ro., bravo y emotivo; 5to., manso aunque noble, y 6to., bravo y encastado), muy bien presentados en conjunto y bien armados. Carlos Yánez, algunos pitos tras aviso y oreja; Julián López “El Juli”, oreja y palmas; David Fandila “El Fandi”, oreja y oreja. El Fandi salió en hombros.

Una gran tarde de toros se ha vivido hoy en la Plaza de Toros Quito. Hemos presenciado un gran encierro de Carlos Manuel Cobo, muy bien presentado, serio, en tipo y sobre todo, bravo y con transmisión en su conjunto. Material propicio, pues, como para que los toreros se aplicaran a fondo, como en efecto sucedió.

Efeméride especial la de hoy, porque hemos visto la ascensión incontenible de un joven maestro a las cumbres más altas del toreo. Julián López “El Juli” nos ha regalado sin reservas su maestría y grandiosa capacidad para entender al toro, darle la lidia adecuada y crear el toreo en su más pura expresión.

A pesar de sólo cortarle un apéndice al primero de su lote (que pudo haber sido en realidad dos y un rabo, de no fallar con los aceros) quedó plasmada su obra con tinta indeleble. Sin lugar a dudas, será una de las mejores faenas que se hayan visto en la plaza de toros de Quito, y la mejor de cuantas ha realizado Julián en esta plaza.

El trasteo a Lanudo, un gran ejemplar de Carlos Manuel Cobo, fue enorme, vibrante y de una rotundidad aplastante. Comenzó bordándolo con el capote, con lances suavísimos a la verónica. Quitó por tafalleras, con los pies atornillados en el piso, y rematando con una media verónica que fue un auténtico cartel de toros.

Lo mejor vino con la muleta. Fueron quizá siete u ocho series, por ambos pitones, las que instrumentó el madrileño, cada una superada por la siguiente, por hondura, ligazón y temple. Surgieron varios naturales extraordinarios y los pases de pecho fueron enormes.

Trasteo largo pero plagado de argumentos estéticos y técnicos que constituyeron una obra maestra. Lastimosamente a la hora de la verdad la espada cayó trasera y algo tendida, por lo que tuvo que recurrir a la espada de cruceta, con la que tampoco estuvo acertado al primer intento. El público entendió la magnitud de la obra que había presenciado, y pidió las orejas con fuerza. El presidente, con muy buen criterio, concedió la oreja.

En su segundo también estuvo rotundo y brillante, en un trasteo de corte distinto, por las complejidades de un astado manso y con cierto peligro. Julián logró tapar esas dificultades sobándolo suavemente desde los primeros compases de la lidia de muleta. Curiosamente, su faena no logró calar en el tendido, cuando más bien había mucha miga en su trasteo, por las virtudes técnicas desplegadas. Mató de una extraordinaria estocada, en todo lo alto, que hizo rodar al toro sin puntilla.

Esta vez no hubo pañuelos, y tampoco a la presidencia se le ocurrió sacarlo para premiar una labor llena de conocimiento y oficio.

"El Fandi" subió las revoluciones de la plaza con su ya proverbial maestría con los palos. Protagonizó dos tercios de banderillas cumbres, en los que hubo mando, conocimiento de los terrenos y dominio absoluto sobre el toro. Todo un portento de cualidades físicas es este torero granadino.

Su primero fue un gran toro, al que no acabó de tomarle el pulso. Luego de un gran saludo capotero, del que sobresalieron unas navarras instrumentadas siempre sobre el mismo pitón del toro, siguió un toreo de muleta que no fue, quizá, el más adecuado para lo que pedía el buen ejemplar de Carlos Manuel Cobo. Su labor fue, si se quiere, muy dedicada a complacer a la parroquia más que a sacar el fondo de bravura y aprovechar las francas y emotivas embestidas del astado. Luego de un pinchazo hondo y un golpe de descabello, cortó una oreja que fue pedida mayoritariamente por el respetable.

Mucho mejor entendió a su segundo, que se adaptó más a su estilo y concepción del toreo. El que hizo sexto fue un animal que apuntó cosas de manso en los primeros trances de la lidia: peleó bronco y rebrincado en el caballo, provocando incluso una estrepitosa caída del picador Carlos Tapia.

Sin embargo, se vino arriba en banderillas y, al quedar crudo en varas, tuvo mucha emotividad y transmisión en la muleta, factor que aprovechó "El Fandi" para realizar un trasteo también emotivo y de altas revoluciones, que conectó siempre en el tendido. Tras tres cuartos de estocada y un golpe de descabello, cortó otra oreja que le permitió abrir la puerta grande.

Carlos Yánez anduvo perdido, espeso de ideas y sin sitio con su primero, que tuvo mucho fondo y calidad. A este astado se lo picó en demasía, y eso determinó para que se viniera abajo. Fue un animal al que había que mimarlo y llevarlo muy toreado, pero al que el compatriota no lo acabó de entender. Su trasteo fue anodino, siempre sobre pies y sin ajuste.

Mejor anduvo Carlos con su segundo, con el que se le vio más desahogado y suelto, aunque nunca acabó de enfibrarse con el de Huagrahuasi, que tuvo clase, nobleza y mucha fijeza. El público lo apoyó durante todo su trasteo y lo jaleó incluso cuando estuvo por debajo de las condiciones del toro.

Mató de una estocada hasta las cintas, aunque delantera, para cortar una oreja con el apoyo del generoso público quiteño.

Al final, en el recuerdo nos queda un faenón histórico de Julián López “El Juli”, del cual se hablará, estoy seguro, por mucho tiempo en todos los mentideros taurinos.

jueves, 29 de noviembre de 2007

VÍCTOR MENDES ILUMINÓ LA TARDE. Crónica 2da. de Feria

RESEÑA
Con más de tres cuartos de plaza en tarde soleada y de viento intermitente se lidiaron un ejemplar de Mirafuente (1ro., manso y parado) y cinco novillos del hierro de Trinidad, dispares en juego y presentación; destacaron 5to., bravo y con transmisión; y 6to. bravo con transmisión. Joao Moura, ovación; Pepe Luis Vásquez, división; Víctor Mendez, gran ovación; Eduardo Dávila Miura, palmas; Juan Francisco Hinojosa, ovación; Álvaro Samper, ovación.

Tedioso y difícil de digerir fue el festival de hoy, que inició con la gran motivación de la solidaridad humana, que siempre encuentra eco en la fiesta de los toros.

Fue un espectáculo gris, en el que solamente brilló la calidad y torería de un veterano que tiene motor y ganas para rato: el maestro lusitano Víctor Mendes estuvo pletórico de facultades y de entrega durante todo su trasteo, toreando superiormente con el capote, tanto en los lances de recibo como en los quites; lo bordó con las banderillas y con la muleta demostró su oficio y gusto para dominar al viento y a las broncas embestidas de su oponente.

Antes, el joven Joao Moura no había tenido suerte con el astado que sorteó, de la ganadería de Mirafuente, que fue un auténtico mulo con cuernos, que no se movió ni colaboró en absoluto con el jinete portugués. Así y todo, agradó por su predisposición y se le premió su actuación con una ovación.

El veterano Pepe Luis Vásquez estuvo de paseo. No demostró oficio y se sintió visiblemente incómodo con el viento, que sopló durante todo su trasteo. Se vio desconfiado ante un ejemplar que, mansote y todo, tenía algunas embestidas aprovechables, que el sevillano no quiso ni pudo capitalizar. Además, tampoco ofició de director de lidia, como habría correspondido por su antiguedad; esa tarea fue magistralmente realizada por Víctor Méndes.

Tampoco tuvo su tarde Eduardo Dávila Miura, que estrelló su ilusión ante un ejemplar manso y rajado de Trinidad, que no quiso pelea en ningún momento.

Juan Francisco Hinojosa midió fuerzas con un precioso y bien hecho ejemplar de Trinidad, que tuvo la virtud de la acometividad y franqueza en sus embestidas. Sin embargo, el torero de la tierra se vio desbordado por la transmisión del astado y no logró acoplarse y estructurar una faena compacta. Sufrió dos feos achuchones y el público, al final de su trasteo, le regaló una ovación cariñosa.

Álvaro Samper cerró el festejo lidiando un novillo con mucha transmisión y que fue bravo, de Trinidad. Lo bordó toreando con el capote, que fue al final lo mejor de su actuación. Con la muleta se vio a momentos desbordado por su enemigo, que también le propinó una voltereta cuando no le hizo las cosas bien. Recibió ovación desde el tercio, como premio a su actuación.

ENTREGA TOTAL. Crónica 1ra. de Feria.

Muchas veces sucede que se hace realidad aquel adagio de “tarde de expectación, tarde de decepción”. La de hoy ciertamente era una tarde de enorme expectación, pues acogía uno de los carteles de mayor remate de todo el ciclo ferial. Y en realidad, el resultado no fue alentador en cuanto a triunfos redondos de los espadas, que bien pudieron darse, de no haber ellos fallado con los aceros.

Sin embargo, este primer capítulo de la Feria de Quito, en su edición 2007, ha tenido pasajes realmente interesantes. Como por ejemplo el de la enorme e interminable capacidad y entrega de los tres toreros actuantes.

Enrique Ponce volvió a demostrarnos a los quiteños las magníficas virtudes que atesora, como gran figura que es. Su disposición, unida a la templanza, la suavidad y el pulso perfecto para llevar y calibrar las embestidas de sus dos toros, fueron los argumentos en los que se cimentó una sólida actuación.

Largapuyas tuvo poco fuelle, y lo acusó apenas salió de chiqueros. A este lo toreó con suavidad y relajo con el capote, y en la muleta desplegó su admirable pulso y temple para encausar las embestidas del pupilo de Huagrahuasi, que a pesar de su poca fuerza, tuvo gran nobleza y fijeza, que en parte ayudó a que el trasteo de Ponce fuera lucido. Pudo haber cortado una oreja con fuerza si no mata de la manera tan fea como lo hizo, dejando una estocada “chalequera” excesivamente caída hacia el costillar.

Perdió además toda opción de cortar algún trofeo por la pésima labor de los puntilleros, que obraron en contra de lo que había hecho el torero en el ruedo. Escuchó tibias palmas del respetable, luego de la tediosa e interminable tarea de pasaportar al toro. Esto debe cambiar: la empresa debe corregir este feo espectáculo, pues atenta contra el resultado artístico de los toreros.

Su segundo oponente, también del hierro de Huagrahuasi, no tuvo transmisión ni fondo alguno. Y con este, Enrique Ponce volvió a obrar el milagro de su toreo, en una faena inventada gracias a su virtuosismo y genialidad; del muletazo en forma de caricia y de temple, para convencer y enamorar a un toro por el que poco se podía apostar.

Un trasteo largo, pero plagado de detalles y de torería. Y de alardes que se esperarían en un novillero con hambre más que en una figura consagrada, como aquello de ponerse de rodillas para torear en redondo. ¡Qué afición de este torero! Aún luego de 17 años enormes de protagonismo en la fiesta, buscó arrancar el éxito con esos “recursos”, que desde luego el público agradece, porque denotan una entrega total.

Todo esto no tuvo, desgraciadamente, el colofón que merecía: lo pinchó hasta dos veces antes de que doblara la res, perdiendo nuevamente cualquier opción de trofeo.

Así y todo, dio una entrañable, paladeada y justísima vuelta al ruedo ante el clamor de la parroquia.

Y si de esa guisa estuvo el maestro Ponce, no se quiso quedar atrás Julián López “El Juli”, el mandón actual de la fiesta.

A su primero lo toreó bien de capa, aplacando incluso el incesante viento que soplaba en esos momentos. En realidad, el viento se hizo presente durante todo el festejo, y a buen seguro se cargó con buena parte del argumento artístico que los toreros pretendieron desplegar la tarde de hoy.

A pesar el viento, Julián corrió bien y la mano por el pitón derecho del toro, que era el más potable, pues por el izquierdo el astado hacía ascos y no ofrecía opción de lucimiento. No estuvo acertado a la hora de usar la toledana, y la cosa quedó en tibias palmas para el madrileño.

Con Ejecutivo, de Triana, desplegó el armamento pesado de su toreo y de su raza, para realizar una faena de gran intensidad y entrega. Con su rostro tenso y los dientes apretados, dio justa réplica a lo que se había visto ya hasta el momento, y protagonizó un trasteo sincero, de gran valor y entrega.

De todo este conjunto, sobresalió un enorme y expuesto cambio de mano, en el que el toro le esperó una barbaridad, sin que Julián se moviera ni un milímetro. ¡Vaya demostración de su magisterio!. Cerró este vibrante episodio de una extraordinaria estocada en buen sitio, aunque ligeramente desprendida, y el toro rodó como una pelota.

Se esperaban las dos orejas, pero la presidencia sólo concedió una. Injusta decisión, que al torero madrileño debió saberle muy mal.

Guillermo Albán dio justísima réplica a las dos figuras con las que alternó esta tarde. Da alegría ver cómo un torero de la tierra está prácticamente al mismo nivel en la responsabilidad y la solvencia profesional de las figuras, con las distancias lógicas de quien torea siete corridas frente a los que pasan de las 60 ó 70 en el año.

El de Guayaquil estuvo francamente bien en el primero de su lote, que fue sosote pero colaborador, y que repitió las embestidas. Con él se aplicó Albán en una faena con pasajes muy lucidos, sobre todo toreando con la mano derecha. Lo entendió perfectamente y le hizo una faena que llegó mucho al tendido, sobre todo cuando cerró al toro más hacia tablas, a resguardo del siempre molesto viento. Fue una pena que el de Triana tardara en doblar, luego de una estocada algo desprendida pero en lo alto. No estuvo acertado con el uso del descabello y cambió la oreja que tenía cortada por una fuerte ovación que acogió desde el tercio.

Incierto y peligroso resultó el que hizo segundo de su lote, de Huagrahuasi, que “cazaba moscas” por el pitón derecho. Por el izquierdo pasaba sin más, aunque desplazándose con mayor largura. Tardó Guillermo en encontrarle el sitio y la distancia adecuados al astado, y además luchó permanentemente contra el viento que sopló de manera impertinente en ese momento. Cuando la faena había caído en un bache de sopor, el guayaquileño despertó a la parroquia instrumentando unas lucidísimas y muy ajustadas bernadinas, marca de la casa, que fueron el epílogo brillante para un trasteo sin mucho acoplamiento.

Se entregó a matar o morir en la estocada, y salió prendido angustiosamente en los pitones del toro, luego de enterrar el estoque hasta las cintas, en una demostración de entrega sin límites del compatriota. Se vivieron momentos angustiosos, pues se pensó lo peor por la forma en que lo cogió del pecho, y luego, con fiereza, lo buscó en el suelo para herirlo. Afortunadamente no pasó de ser un gran susto.

El toro salió muerto del embroque, y Guillermo Albán cortó una justísima y merecida oreja, para cerrar una tarde emocionante.

Entrega total, fue el argumento central de la tarde de hoy. Los tres toreros se mostraron totalmente superiores a las condiciones de sus oponentes, no habiendo sido fáciles ni mucho menos, para dejar evidenciados sus grandes recursos técnicos y sus enormes ganas por agradar a un público que llenó generosamente el coso de Iñaquito hasta la bandera.

sábado, 17 de noviembre de 2007

Aficionados Militantes

Hay un hecho cierto, bien conocido por todos y que es motivo de las mayores preocupaciones de todos los aficionados y gente del toro: que los grupos opositores a la fiesta brava han crecido y se han fortalecido en los últimos años, sin que, aparentemente, los esfuerzos de los taurinos hayan podido contrarrestar su impacto. Hemos visto como se ha ido generando una “cultura antitaurina”, sobre la base del desprestigio y satanizacion de la Fiesta de los Toros ante los ojos de los más pequeños que son, precisamente, la cimiente fundamental para el futuro de la fiesta. Que toreros asesinos, que gente bárbara y deshumanizada; que salvajes y retrógrados, y no sé qué más.

Por otro lado,fijémonos en los cómics y dibujos animados que ven hoy día nuestros hijos: todos los animales hablan y desarrollan diálogos inteligentes, se enfrascan en conflictos y emociones complejas, y normalmente son personajes que proponen soluciones a viejas problemáticas de la humanidad. Vaya lío.

La “humanización” del animal, como dice el crítico y periodista español Paco Aguado, tiene buena parte de responsabilidad en ese cambio de percepción de la gente menuda, a la que virtualmente se le ha convencido de que todo tipo de animal, desde una polilla hasta el perro de nuestra casa es capaz de conversar con el hombre y desde luego, entre los de su propio género.

Y a partir de ahí y por extensión, la fiesta brava es un excelente caldo de cultivo para desarrollar todas las teorías de la crueldad y brutalidad en contra de los animales. El toro bravo es hoy en día la piedra de toque de estas nuevas “filosofías humanistas”.

También es verdad que de por medio existen numerosas organizaciones, políticas y de otra índole, que anualmente aflojan ingentes cantidades de dinero para apadrinar las iniciativas antitaurinas en todo el mundo, y especialmente en Europa; y eso supone, sin duda, un gran atractivo para grupos que, comprometidos o no con la causa, se arrimen al buen árbol que les cobija desde el anonimato. Habría que ver cómo se las gastan esos personajillos con el pretexto del respeto a los animales.

Por eso, creo que la fiesta brava necesita que quienes la amamos y la vivimos con pasión pasemos a ser verdaderos militantes taurinos. Tenemos que ser activistas de la fiesta y de nuestra afición, comenzando por nuestros propios reductos.

Imaginemos por un momento que la fiesta de los toros es un negocio de dulces, con miles de clientes fieles, y con un mercado enorme para crecer. Con cada nacimiento de un niño, el negocio adquiere un potencial cliente que le permitirá aumentar sus ventas y crecer. Así, ni más ni menos, es la fiesta brava. Nuestro mercado potencial está en los niños.

Mis dos hijos pequeños son la prueba de lo que digo: el mayor, que disfrutó alguna vez de los toros sentado en mi pierna, cuando era más pequeñito, es hoy un opositor de la fiesta. El más pequeño, sin embargo, parecería ser que heredó de su padre y su abuelo materno "el veneno" de la afición, y le recorre ya por sus venas; quiere ir a los toros y habla mucho de la fiesta brava. Pues sobre éste tengo yo que trabajar por el momento, para formarlo como buen aficionado. Ya sabemos que una vez que el gusanillo entra, no se va jamás. Con el otro, ya veremos…

Sé que la solución no es tan simple. La tele de hoy en día atenta contra este potencial que tenemos en nuestros niños, por lo que ya he analizado más arriba. Y para mayor ruina, TVE nos ha cerrado la única puerta de acceso para ver toros con relativa frecuencia. Y si a eso añadimos que los festejos taurinos en el país son sumamente escasos, la tarea se vuelve aún más difícil.

Por eso digo yo que más allá de las posturas encontradas con los antitaurinos, de la pelea abierta y agria en contra de sus postulados y en defensa de los nuestros, y de los montones foros y páginas que se abren a diario para defender a la fiesta en contra de los ataques que recibe -todo ello muy necesario, desde luego-, debemos trabajar a diario desde nuestra trinchera, con nuestros hijos y amigos, haciendo un trabajo continuo de militancia a favor de la fiesta. Hay que darle al mundo de los toros muchos, pero muchos más aficionados. Esa es la única manera de mantener viva a la fiesta brava.

Que así sea.